miércoles, 29 de octubre de 2008


A lo largo del camino, de esas carreteras largas e infinitas encontramos adoratorios a la Difunta Correa.

Nosotros nos preguntamos desde la primera vez que la vimos: ¿quién es la Difunta Correa?

Los adoratorios consisten en un altar con cruces cristianas y muchas botellas con agua y banderas rojas.

¿Quién es?


Me animo a buscar en el Lonely Planet y encuentro la siguiente información: "La difunta Correa fue la mujer de un soldado durante la Guerra Civil de 1840. Ella acompañó durante la guerra a su marido junto con su bebé de pocos meses. Un día encontraron muerta a la señora Correa, pero el bebé estaba con vida mamando del pecho de su madre. La gente de aquella época consideró un milagro que el bebé mamara de su madre muerta. Desde entonces, la Difunta Correa es considerada santa que hace milagros y que está en todas las carreteras representando un altar y su cruz".

Hasta ahora no sé qué función tienen las botellas. Lo que me sorprende es que la Difunta Correa tenga aún creyentes después de más de 150 años de fallecida.

Amén.

























Ellos viven a 2800 metros sobre el nivel del mar. El paisaje es desolado, los pueblos pequeños, las montañas blancas. Tienen una casa pequeña con una chimenea, cinco caballos y diez perros. Viven de lo que traen los pocos carros de otros pueblos. Toman mate y comen asado.

Y en las mañanas cabalgan más de cien kilómetros hacia los nevados altos, con un grupo de perros que los resguarda.

- ¿Quiénes son ustedes? , pregunto yo.

- Nosotros somos de la gendarmería -me dicen-, somos militares y policías, y velamos por las fronteras.
El jefe del grupo, el señor Torres, me cuenta que allí en la zona hay mucho cazador de armadillos, "también muchos chilenos que llegan a cruzar la frontera y a usar las tierras de este lado. Nosotros tenemos que velar, nosotros protegemos la naturaleza". En la zona hay mucho guanaco armadillos y ñandúes. "El armadillo es un animal en extinción, pues las zonas están dejando de ser frías".
A lo lejos veo los nevados del Aconcagua. Los hielos se están derritiendo, son estrías blancas que descienden de las montañas. Los campos son planos llenos de arbustos fáciles de encender con fuego... con eso se hacen las parrilladas.

Al atardecer llega un hombre muy moreno al campamento. Usa bigotes, sombrero cowboy... ¿es usted un gaucho? Viene en su caballo, con una docena de perros galgos. "Yo soy el único que vivo en este pueblo, cuido mis tierras, y a estos gendarmes", bebe de su mate y cuenta las historias de los bandoleros que llegan a estos territorios a cazar animales.

-Nosotros hemos visto a jinetes a caballo con varios perros acompañando -les digo yo.

-Nosotros estamos persiguiéndolos a ellos pues son los cazadores de armadillos y ñandúes.

Al atardecer nosotros ayudamos a los gendarmes de este único lugar a encender uno de sus tractores. Les deseamos suerte con su profesión de cuidadores.

Nosotros dormimos en carpas, ellos en su única casa con el fuego encendido.

lunes, 27 de octubre de 2008

En el Aconcagua las cordilleras son blancas. Los caminos van recto en dirección al sur, los vientos fríos y fuertes. ¿Cuántos kilómetros más nos esperan? ¿Cuántos vientos y paisajes? Nosotros seguimos andando en bicicleta, ahora con flaquezas. A veces nos falta energía, a veces ganas de seguir andando. Cada día comemos más, bebemos más, pues necesitamos fuerza. La soledad de estos parajes nos hace sentir la inmensidad de la tierra.

Estamos ahora más al sur qu la ciudad más al sur del África, también más al sur que Australia y Nueva Zelanda. A 150 kilómetros a nuestra derecha tenemos a Santiago de Chile y a nuestra izquierda 300 km que nos separan de Buenos Aires.

Nosotros esperamos Ushuaia. Todavía no hemos recorrido la mitad de la Argentina. Cuando lleguemos a Chos Malal, de eso a una semana, podremos decir entramos a La Patagonia. Sólo esperamos que no sea una agonía. Y que en nuestras últimas seis semanas el viento esté a nuestro favor.

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