¿Qué sientes cuando estás cerca de la meta pero compruebas que aún te faltan veinte kilómetros por recorrer y te mueres de hambre?
HOY FUE UN DÍA DE ESOS en los que salí en bicicleta en dirección a otro país: Alemania, cinco kilómetros más allá de mi buhardilla holandesa, ¡qué suerte eso de vivir cerca de la frontera!, sin enseñarle al guardia de turno mi pasaporte o de hacer largas colas en la posta policial; pasar la frontera como uno cruza una calle y entrar a un pueblo ajeno y diferente a este país, pedalenado feliz la bicicleta.
- ¿Adónde vamos?
- A Brugge -me dicen mi amigos, algo inciertos, ¿conocerán el camino?
Brugge es un pueblito alemán (no confundirlo con el belga) con restaurantes que sirven bradwurst con papas fritas. Pueblito pequeño, con un castillo del siglo XV, rodeado de agua y parques, un molino y una iglesia; la gente suele pasear a su perro, enamorarse bajo los árboles y cabezas grises por todos lados.
Brugge es un pueblito alemán (no confundirlo con el belga) con restaurantes que sirven bradwurst con papas fritas. Pueblito pequeño, con un castillo del siglo XV, rodeado de agua y parques, un molino y una iglesia; la gente suele pasear a su perro, enamorarse bajo los árboles y cabezas grises por todos lados.