Ayer llegué al África, a una ciudad llamada Ouagadougou, la capital de Burkina Faso. Es una ciudad en medio del polvo del desierto y del bosque seco que me recuerda de algún modo al norte de mi país. En mis años de estudiante paseaba en bicicleta debajo de las sombras de los algarrobos en el Sechura.
Ouagadougou es diferente. Está lejos del mapa universal, en el África occidental cerca a Tombuctú. Tiene un millón y medio de habitantes y es de esas ciudades que no tienen tiendas propiamente dichas, todo está en las calles, en sus largas avenidas, gente vendiendo muebles debajo del sol, árboles de navidad en la carretera.
Árbol de navidad de carretera |
Me sorprende el orden de su tráfico, un carril para las motos y las bicis -aquí las grandes mamás africanas se transportan en bici- y el resto buses y vehículos de todos los colores: viejos mercedes, toyotas, nissans. El taxi que tomé ayer se parecía al Nissan de mi padre, en los ochenta. El chofer encendió el motor sin llave, simplemente uniendo dos cables que lo echaron a andar.
Mi imagen previa africana es de Nathional Geographic, y de todo lo que a uno le cuentan de chico, mezcla de anécdotas de un lugar imaginado. Me lo imaginé pobre bien pobre, subdesarrollado (sé que esto no lo debería de decir), pero dentro de todo lo que uno cree tiene su modernidad. El centro de Ouagadougou tiene una gran avenida con una cafetería llamada capuccino donde doce mozos están a la espera de atenderte (por qué será); además hay un hotel cuatro estrellas medio desvencijado que vale menos de lo que cobra.
Yo acampo debajo de unos eucaliptos al lado de una piscina y escucho la brisa del desierto mecer sus hojas con suavidad. Qué recuerdos, qué sensación. Cuando miro alrededor me doy cuenta que no es mi patria, no es mi idioma (el francés), pero sí mi clima, mi pequeño caos, mi pequeño calor, mi eucalipto en un bosque.
Esta noche es navidad y mucha gente al otro lado del mundo se reunirá en familia. Aquí también los fasinos celebrarán misa por el nacimiento del niño dios. Hay muchas cosas que nos separan, pero hay otras que nos hacen los mismos bajo el sol.