Aquí en El Cafecito, en Cuenca. Acabo de quedar con Kirsten y Bene para tomarnos un café colombiano, pero ellas aún no llegan. Tengo la impresión de que se desorientaron. Kirsten me dijo esta mañana que el lugar quedaba en Gran Colombia con Monsalve, pero El Cafecito estaba en otro lugar, al otro lado de la ciudad! Cuenca es una ciudad tranquila. Tiene un parecido a Arequipa.
Un sampedro crece al lado del zaguán. Es largo, alto, delgado. Está resguardando la casona de El Cafecito.
Recuerdo ahora que Ewald y Mike se reían de mi bicicleta, la verde. Yo le llamo "La verde", pero en holandés es "het meisje". Ella es una gran compañera de viaje, ella se portó muy bien a su llegada a Cuenca. Estuvo al lado de Katze, Red Bull, Santos, Specialized, todas unas compañeras.
Pienso en una amiga, le digo: "La oportunidad es una sola. Ahora. Espero pronto, muy pronto agarrarle de la mano y besarle (el pescuezo)". (sólo pensamientos).
Cada vez que escribo pienso en Jaime Bayly, el entrevistador. Buscar la ironía, jugar con la autoficción es alucinante.
Este viaje es alucinante.
Alucino.
Alucino con lo que pude haberle dicho: "pues yo también soy lief contigo". Imagino su respuesta, el silencio. "pero puedo ser más lief" (autoficción de la buena).
Sigo en El Cafecito. Estás locas, Kirsten y Bene no llegan. Se han perdido.
Las mesas de El Cafecito están repatidar en el patio interior. Todas tienen rosas rojas en una botella de vino de vidrio verde.
Ya hemos recorrido:
-Mitad del Mundo
-Quito
-Latacunga
-Riobamba
-Guamote
-Chunchi
-Ingapirca
-Cuenca
Ahora estoy en Cuenca.
Viajo.
Viajar es sin duda perder tus fronteras; fronteras mentales, físicas, espirituales. Yo viajo por religión. No es sólo mi curiosidad la que me guía por caminos y senderos desconocidos, sino también mi búsqueda del "yo".
En la primera etapa de viajera, es decir, cuando yo era una niña, yo viajaba porque mis padres tenían curiosidad. El primero de esos viajes excitantes fue Italia. Yo era una niña de diez años que se moría por conocer el Coliseo Romano. Hice a mis padres caminar cuadras y cuadras en Roma hacia El Coliseo. Fue una fotografía de postal. Mis épocas en las que era turista.
En mi segunda etapa de viajera dejé de ser turista. Claro, yo ya había visto Machu Picchu, el Coliseo Romano, la Torre Eiffel, Valparaíso, The Sears Towers. Pasé de ser turista a la etapa del descubrimiento. Quería yo explorar mi tierra, entender su geografía. Pasé del espacio arquitectónico al cultural. Caminé durante veinte días por Los Andes, me metí como hippie a hostales con pulgas y hasta llevé grupos de gente a visitar lugares imposibles (Caxas, por ejemplo).
Ahora he pasado a mi tercera etapa.
Ahora estudio las lenguas de los Andes, su historia, conozco ya su geografía y su gente. La etapa de la exploración y el descubrimiento ya terminaron. La etapa del turismo, también. No sé cómo llamar a esta nueva etapa.
Quizás es la etapa de dar a conocer, de enseñar, comunicar, mostrar...esta belleza.
Siento ahora una tranquilidad natural. Mucha paz en mi geografía. No tengo ya esas ansias de salir a explorar sin rumbo fijo. Creo que ya sé dónde estoy pisando y además conozco ya la esencia de esta tierra. No necesito más palabras. Creo que por fin borré las fronteras.
Ahora sigo en El Cafecito. Mis amigas se perdieron. Prefiero ahora cerrar mi cuaderno de notas y caminar por Cuenca. Mañana me espera una nueva travesía.
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