sábado, 4 de octubre de 2008


Esta noche, Rob y Didier quieren ver si hay otra ruta alternativa hacia el pueblo de Tahua. Yo los acompaño en la Petrol. Salimos a las cinco de la tarde en busca de caminos.
Para llegar a Tahua tenemos que pasar por la parte de atrás de un volcán. Rob quiere intentar ir por la parte delantera del volcán para así experimentar la sal.

Seguimos carretera, preguntamos a un camionero si hay alguna ruta alternativa, nos dice más allá hay un camino que va por la izquierda, ése es el camino.


Nosotros viramos a la izquierda cuando vemos la trocha y seguimos el camino hacia unas chacras con vicuñas y guanacos. Al lado derecho está el volcán, al lado izquierdo las chacras.
Vemos desde allí la sal, una planicie blanca proyectarse hasta el horizonte.

“¿Qué te parece Didier si cruzamos esta planicie de sal e intentamos llegar hasta el volcán?”, sugiere Rob.
Perfecto.
Didier vira a la derecha pero comprueba rápido que la sal no es dura, sino un lodazal.

“¿Estás seguro, Rob?”.
“Segurísimo”.

La Petrol es felizmente una cuatro por cuatro, consigue avanzar en el lodo y acercarse lentamente hacia el volcán, pero está oscureciendo.
Noche.
Todavía no llegamos al volcán. Estamos asustados por la oscuridad y por el lodazal.
El auto avanza y avanza en primera... hasta que la sal se vuelve dura muy dura y podemos andar sobre ella.
Qué impresionante. Esto parece nieve. Pero no hay camino por la parte delantera del volcán. Tenemos que regresar.
Perdemos la orientación. Cuando encontramos la trocha Didier vira a la derecha.

Yo le digo con mi lógica andina: “estamos regresando a las chacras”.
Pero no me entiende.
Sigue avanzando otra vez hacia el salar.

Nos equivocamos le digo, el volcán sigue a nuestro lado derecho cuando debería estar a nuestro lado izquierdo, Didier !!!!!


“Ay Susana, por qué no nos dijiste antes?”
Yo te lo dije: te dije las chacras, y no me entendiste. Diferencia cultural.

Llegamos tarde al campamento. Todos están durmiendo. Hace un frío muy fuerte. Terminamos comiendo y durmiendo en La Petrol. Bien acurrucados, bien calientitos.



En el Altiplano todo parece espejismo. A un lado vemos un lago blanco, al otro lado miles de caminos. Y después horizonte, horizonte, horizonte.

Geert, uno de los ciclistas de mayor edad (63), tiene problemas con la orientación. No habla ni inglés ni español, y además siempre está en competencia. Es un gran deportista, siempre desafiando su físico, tiene una fuerza espiritual demasiado fuerte como para dejarse dominar por otras corrientes de opinión: hasta ahora no bajó de la bicicleta un sólo día a pesar de la diarrea, mal de altura o dolores de cabeza. Monta la bicicleta como fuego, y siempre desafía a un grupo de dos irlandeses y una francesa mucho más jóvenes que él.

Hoy Geert está primero. Vuela cual bala por los caminos del Altiplano. Llega al pueblo de Quillacas y sigue ruta hacia un cruce (o junction) equivocado, ¿por dónde ir? Se detiene para ver quién lo puede ayudar, pero para su mala suerte ve a los irlandeses y la francesa detrá suyo. Competencia, competencia, no se quiere dejar pasar, cree en su mal instinto–sin mapa- y sigue de frente... no mira más atrás, sigue embalado el camino en dirección recta y equivocada.

Nosotros, Didier y yo, estamos en el carro del refrigerio y por distraídos seguimos a Geert por la misma vía. Después de pasarlo llegamos a un pueblo que no aparece en nuestro mapa. ¿cómo se llama este pueblo? Ahora no lo recuerdo. ¿Y cómo llego a Salinas? Se equivocó de camino.
Didier y yo damos media vuelta y regresamos en busca del verdadero camino. Eso de andar por el altiplano es casi como en el desierto: miles de caminos sin letreros que digan claramente hacia dónde vamos ni desvíos !!
Al regresar nos cruzamos con el pobre Geert. Le tenemos que dar la mala noticia de que se equivocó de camino, y comprobamos que ningún ciclista está detrás suyo. “Nos desviamos diez kilómetros, Geert, ¿no quieres ir en la camioneta?”. El cabeza dura nos dice que no. Le explicamos que se equivocó al tomar el desvío y que tiene que volver y virar a la derecha.
Didier y yo continuamos ruta, tenemos que adelantar a todos los ciclistas para prepararles a tiempo el refrigerio. Tomamos una carretera en construcción (la vía correcta). Quién mandó a construir esta carretera, pienso, porque no hay ningún letrero que explique los desvíos. Aquí y allá hay tractores, trailers y aplanadoras trabajando día y noche con miles de caminos alternativos (y miles de guanacos sueltos pastando su ichu y su muña).

Didier y yo estamos precoupados, no sabemos aún que tendremos un día peado. Sólo nos queda andar embalados. Aquí empieza el rally... misma carrera de autos pero compitiendo con las bicicletas.Tomamos un desvío por el lado derecho, luego trepamos a la carretera en construcción y debemos ir por un desvío al lado izquierdo. Tierra fina penetra en el auto, una nube de polvo inunda la cabina, nuestra respiración dificulta, lo mejor es abrir la ventana, no detenerse y llegar antes que el primer ciclista al lugar del refrigerio. A lo lejos vemos a los ciclistas, más allá hay un cerro pequeño en el que nos detenemos. Allí haremos el refrigerio. La Chevy (nuestro otro carro de apoyo) por casualidad también está allí con los huevos rotos y muchas cajas deshechas.
“El peor camino que nos ha tocado”, dice Kirsten.
“¡Y hemos perdido la llanta de repuesto!”, dice Ewald.
Nosotros preparamos el almuerzo, recibimos a los ciclistas, pasa el tiempo y Didier se ofrece ir en busca de la llanta de repuesto de la Chevy. Nos preguntamos ¿qué es de Geert? Estamos preocupados.
Pasa una hora, dos... ni Didier ni Geert aparecen por alguna parte. Después de media hora escuchamos un carro. ¡Es Didier! Él nos cuenta la siguiente historia:

“Los trabajadores de la carretera escondieron nuestra llanta, me vieron a mí y me preguntaron: ¿es suya esa llanta? Queremos cien pesos a cambio de su devolución. Yo les dije: pero si es mi llanta, no tengo por qué pagarles 100 pesos por ella. ¿Cincuenta?, preguntaron. No, no, no. Y al final me pidieron: Diez y cuatro cervezas, ¿de acuerdo? Bueno, bueno...”
Didier tiene la llanta felizmente, pero Geert todavía aún no llega.
Didier: “Geert se equivocó nuevamente de camino, pero ya está viniendo para acá”..
Media hora después llega Geert. Llega completamente estresado.
“Tú me dijiste que el refrigerio estaba detrás de ese cerro pequeño... a medida que me acercaba veía al cerro volverse grande más grande y dudé... di media vuelta y fui en busca de ustedes por otro lado... y mira el tiempo y los kilómetros que me costaron”.

Tranquilo Geert, pronto llegaremos a nuestro destino, no olvides que el Altiplano es puro espejismo.

viernes, 3 de octubre de 2008

Vamos hacia la Bolivia profunda.
¿Y qué es la Bolivia profunda?
Pueblos que parecen abandonados.

Salimos de Oruro hacia nuestro primer bushcamp cerca a Challapata. Nuestra intención es llegar al Salar de Uyuni por un camino poco conocido y transitado, hacia un pueblo llamado Tahua.
Todo va bien mientras hay asfalto. Todo es color de rosa mientras la tierra y el polvo no entorpecen nuestro camino. Confieso que monto mejor la bicicleta sobre la tierra que sobre el asfalto pero esto es arena.

Después de Challapata nos perdemos buscando el camino en una planicie llena de caminos. Salir del asfalto es entrar a un mundo apartado en donde los pueblos parecen fantasmales, y las iglesias restos arqueológicos de otra era. Nosotros seguimos un camino que parece carretera sin embargo en algún punto la trocha se divide en varios caminos que llevan a cualquier parte.
Detengo un camión. Pregunto cómo puedo llegar hacia Quillacas. El señor me señala un camino por la derecha, al lado de un vía férrea que nunca se utiliza y que llega hacia Potosí. Pero yo no me convenzo. Rob nos dijo (el jefe de los pantalones cortos) que debíamos seguir otro camino! Espero a otro camión, a ver si me da la alternativa correcta; nos manda por el camino de en medio. Terminamos recorriendo 30 kilómetros más de lo normal y nos convencemos que los caminos son los mismos y llegan al mismo punto, sólo que el gran vueltón altiplánico nos costó demasiado tiempo.

La Chevy estaba más cerca de lo que nosotros imáginabamos con la cena lista y las carpas hechas. Llegamos al anochecer.
Estos primeros días de octubre estamos en el Altiplano boliviano. Salimos de La Paz hacia Oruro por una carretera asfaltada. El camino es tranquilo, laaargo y recto, entre paisajes de ichu y campos de cultivo y pueblos.

A medio camino nos topamos con una pareja de australianos que está recorriendo la América del Sur desde Nazca hacia Ushuaia. Ellos cargan sus equipajes en sus parrillas, pedalean fuerte para conseguir las cimas. Ellos no tienen que competir con nadie, sólo con ellos mismos, no como nosotros que andamos en competencia.

Oruro es una ciudad bastante habitada. Llegamos allí al mediodía, en medio de un tráfico apretado y controlado por diez policías en cada esquina (no exagero).

-Acaso va a venir el presidente, señor policía?
-No señorita, nosotros trabajamos así en Bolivia.

Por ninguna parte se ven estragos de los problemas que han dado la vuelta al mundo. “Ello está ocurriendo en el oriente”, nada en la zona altiplánica.

En Oruro nos alojamos en un hotel que por poco y no parece el universo de colores chillones: el Hotel Galaxia. Muchos problemas para organizarnos, pero poco para el desayuno. El mejor desayuno de todos el viaje: pan de yuca y croissants con chocolate. Super gláctico el hotel.

A la siguiente mañana nos cuesta salir del estacionamiento con nuestras bicicletas. Hay protestas. Alguien tira un dinamitazo y salimos disparados por otro camino más seguro. El guardián del estacionamiento me dice: la gente está enojada porque no le dejan trabajar. Luego me entero que son los ex-empleados de una empresa minera. Privatizaron la empresa y los botaron por exceso de personal. Todavía dudo si la protesta valió la pena el dinamitazo. Yo me asusté.

jueves, 2 de octubre de 2008

Quizás este sea el artículo que más me cueste escribir, porque es como describirse a sí mismo, como mirarse frente al espejo y explorar tu geografía.

Acabamos de dejar el Perú, de cruzar la frontera, de dejar la rojiblanca por otro sistema.
¿Y qué significó para mí estar en el Perú? ¿Cruzarlo de cabo a rabo, de norte a sur?

Cuando escuché la noticia de este viaje sentí una emoción incomprensible. Recuerdo que salí a correr por las calles de Leiden y que cantaba y que saludaba y por poco besaba a todo el mundo. Me imaginaba a mí misma recorriendo la cordillera de los Andes, y enfrentando las montañas que yo guardaba en mi memoria.

Rob me decía: “vamos a subir a Huaraz desde Trujillo en bicicleta”. A mí me parecía imposible. ¿Esos cerros tan inmensos?, me preguntaba, ¿Esas coordilleras blancas y negras de picos tan elevados como el Huascarán? Guardaba secretamente cierta emoción pero también mis dudas sobre la capacidad de los ciclistas... al final eso era lo que menos importaba.

Lo que más importa es ver el Perú por dentro –y comprobar aquel paisaje que siempre cambia. Basadre decía que el perú es un multitud de naciones dentro de una misma nación. Yo ya había hecho varias caminatas por Cajamarca y Piura, Moquegua y Arequipa. Había comprobado aquella realidad multiétnica, incluso geográfica, del Perú.

¿Qué significó para mí recorrerlo todo ahora con este grupo de gente extranjera?
La primera semana que estuve en el Perú durante este viaje le comenté a una amiga que ver el Perú desde ojos extranjeros es aprender a ver el Perú desde la virginidad.

En el cañón del Pato, todo es seco. Para mí es un paisaje conocido, un paisaje que incluso puede ser aburrido, pero este grupo de extranjeros, estaba maravillado por el color de las quebradas, la forma de las montañas, la carretera tan difícil e intransitable.

El Perú significó para mí un reto a la geografía y el cuerpo, las etapas más difíciles de este viaje, de ver a los participantes caer en las trochas mal hechas, a los carros llegar después de las bicicletas, a las montañas abrirse para dar paso a los ríos y cerrarse para las mesetas. Hemos visto desiertos, picos elevados, quebradas polvorientas, cactus gruesos, mosquitos y el frío polar. La costa, la sierra y la selva.

Del cañón del Pato subimos hacia el Parque Nacional Huascarán, un frío indescriptible, con las carpas congeladas a la siguiente mañana. Del parque Nacional descendimos a los valles calurosos de Huánuco con los mosquitos picando y picando en las piernas de los ciclistas y los mototaxis chillando con sus bocinas. De Huánuco trepamos hacia Cerro de Pasco donde nevó a la media noche, y todo amaneció blanco. Cruzamos la meseta hacia La Oroya y Huancayo para luego descender de nuevo hacia los valles del río Mantaro. De Ayacucho ascendimos de nuevo hacia la meseta, una meseta sin nevados pero fría muy fría, para al día siguiente descender hacia los valles de Andahuaylas y Abancay en Apurímac. Finalmente el Cusco siguiendo el río Apurímac, y hacia el Altiplano en Puno...

¿Qué significó este recorrido?

En nuestro recorrido hemos visto bromelias selváticas y serranas, cactus gruesos y flacos, puyas y gramíneas, eucaliptos y pinos, el k’antu y la cantuta. También aves que parecían gaviotas volar sobre los cuatro mil metros, y patos y aguilas.

Este recorrido me enseñó a comprender que no es sólo la geografía, sino también la gente que cambia a lo largo de tres mil kilómetros. Las facciones son diferentes de una región a otra, las vestimentas y los idiomas. No tengo otras palabras que decir: la belleza está en su variedad, en ese reto de trepar y bajar montañas. El Perú es más grande de lo que imaginamos nosotros los peruanos, y aprender de los bailes, de las sonrisas y las hablas de la gente te enseña a descubrir ese significado profundo en sus entrañas. El Perú es andino por dónde se vea, seamos costa o selva, el Perú es una variedad de facciones difícil de gobernar, que me trae a la memoria la constante lucha diaria de todos los ciudadanos por formar parte de una nación y limar las diferencias a pesar de las fronteras tan altas y respetables como son los Andes. El Perú es un país de una riqueza inigualable.

La Paz sin paz.


Vehículos tocando bocina, ambulantes vendiendo sus productos, peatones que tienen que esquivar a esos vehículos y a esos ambulantes. Un policía tocando el pito, haciendo la finta que controla el tráfico, una cola de combis que abarca toda una avenida, y las casas de ladrillo, sin acabados, a medio terminar poblando el valle... como una olla a punto de estallar con puntos naranjas apropiándose de los barrancos.

Yo en el mismo hotel de antaño, en la misma calle, las mismas caras en los restaurantes, en la recepción, en las tiendas de las esquinas, en las combis y las plazas, la misma sensación de extrañez, de conocer perfectamente las curvas, las rectas, los óvalos, las bibliotecas, los restaurantes. ¿Quieren que los lleve a un restaurante argentino en La Paz?, eso quieren mis gringos. ¿A divertirnos en un restaurante holandés comiendo gehaktballen y bitterballen? ¿o al pub irlandés?

30/9

Hoy ocurrió un accidente. Len se cayó de la bicicleta 10km antes de llegar a La Paz, y se fracturó la clavícula.
A cualquiera le puede suceder, pero Len tuvo mala suerte. Eran sus últimos 10km . La Paz era su destino final, su último downhill.
Ahora Len está sentado en la sala de espera de un hospital. Espera al Traumatólogo.
En dos días el avión de Len saldrá hacia Canadá. Esperemos que pueda tomar el vuelo sin problemas.


Escucho al traumatólogo decirle que en dos días puede irse a Canadá.




30/9


Uno de los panoramas más bellos es el estrecho de Tiquina, en el Lago Titicaca. El camino desde Copacabana en bicicleta ofrece un paisaje que parece a mar. El lago es tan azul y tan largo que la otra orilla es imposible mirar. Barcas navegan de un lado a otro, eucaliptos adornan las orillas, poca población.
En Tiquina tenemos que tomar un ferry que nos transporte de una orilla a la otra. El ferry es un bote de colores verdes, rojos y amarillos, como la bandera de Bolivia: una lancha de tablas de madera que cruje al caminar.

martes, 30 de septiembre de 2008


Nunca imaginé volver aquí en tan corto tiempo. La ultima vez me fui con la espuma en la boca, desesperada por tocar nuevamente suelo peruano. La experiencia había sido tan mala que pensé sería la primera y la última vez.

Hoy vuelvo a estar aquí y es como si hubiese estado ayer. El arco que divide ambos países sigue allí separando los acentos, las costumbres y las creencias. El puesto de control policial tiene el mismo policía y el bus TourPerú pasa a diario aquí y allá con el mismo chofer. Las caras son las mismas pero la situación diferente. En Kasani, la frontera, cruzan la frontera más de doscientas personas a diario, el paisaje junto al Lago le otorga cierta paz, paz que rompe nuestros esquemas cuando intentamos pasar la frontera con uno de nuestros vehículos.


1

Hoy salimos bastante temprano desde Puno. El día anterior Rob y yo fuimos a Desaguadero a arreglar y completar los papeles de La Chevy. Qué lindas son nuestras autoridades peruanas, ellas tan trabajadoras como siempre, nos hicieron esperar más de veinticuatro horas para un papel de aduanas, un sello y un número en un libro tan gordo que es imposible leerlo.

-¿Y la firma del general de aduanas?
-Está almorzando, señorita.
-Pero nos dijo que firmaría en media hora.
-Está almorzando señorita.
-¿Hasta qué hora almuerza?
-Hasta las tres señorita.

Miro mi reloj, es la una de la tarde. Rob y yo sentados en la Chevy, encerrados en un garaje de aduanas (pues tienen que medir y comprobar que el auto ES el auto) del que no podemos salir sin la autorización y la firma del teniente que está almorzando. Mucho sol en el Altiplano; en la sombra, el frío. Desaguadero es un pueblo sin esperanza, como dice Rob, un mercado enorme que contrabandea productos bolivianos (y otras cosas).

-A ver señor, necesito que me dé una solución.
-Perdone señorita, no le queda otra que esperar al agente de aduanas.

Una hora, dos, el sol achicharra La Chevy. Mi nariz se vuelve roja, mis brazos morenos, uso lentes de sol. No puedo utilizar mi laptop porque no hay electricidad y la batería está vacía, tampoco hay tienda alrededor, el lugar de las aduanas está vacío.
Decido salir a caminar. Encuentro un taxi y trepo: lléveme a algún restaurante. Dejo atrás a Rob y me busco un Lomo saltado suculento y por supueto al agente de aduanas !!!
Son las tres de la tarde.

-¿El agente de aduanas?
-Lo voy a buscar señorita.

Una hora, dos... creo que sólo sé contar las horas, mil horas (como un perro) en esta frontera llena de ambulantes. Viejitas hablan en aymará, tipos empujan triciclos, mujeres cargan balones de gas... de todo se ve en esta frontera !

Rob llega al restaurante y me dice “ya están los papeles”. Pensamos “por fin” nos van a permitir sacar el carro y además regresar a Puno a recoger a toda la gente y llevarla a Copacabana Bolivia (por otra frontera).

Atención, que aquí viene lo mejor. Vamos con el papelito firmado por el agente de aduanas al guardia del lugar donde tenemos nuestro carro y plop, las cinco de la tarde, el sol se está escondiendo, empiezo a tener un poco de frío, el aire es helado: “Le falta un número, señorita”.

-¿Un número?
-Sí... la numeración en la aduana.
-Apúrese que en una hora cerramos
(y la canción nos fregamos porque tendríamos que quedarnos una noche más en este maldito pueblo).

Salgo del lugar donde tenemos el carro en cuarentena. Busco un taxi y no hay ! ¿Por qué cada vez que necesito un vehículo de esos que abundan en las ciudades y pueblos del Perú NO HAY?? Siempre me tocan la bocina, por poco no me agarran del brazo y me meten a la fuerza a su carro... pero a las cinco de la tarde entre el ichu altiplánico y la desesperación por salir del desagüe de Desaguadero, no hay (repito) un sólo taxista haciéndole el favor a esta señorita.

Rob busca la forma de llamar al agente de aduanas : “nos tiene que ayudar, estamos esperanza” en su español mascado.
El agente de aduanas le dice: “estoy mandando una señorita”.
Nosotros espera y espera... a qué hora vendrá la señorita... y qué más volver a correr para que nos pongan un numerito. ¿Por qué en este país los trámites no son iguales en todas partes? ¿Por qué ahora un númerito y mañana un papelito?
Llega la señorita y me dice: “no sé por qué no nos dieron el numerito”.
¿De cuál numerito está hablando la señorita, del numerito que está armando ahora con los papeles en la mano, buscando la manera de explicarme de mil formas por qué se equivocó el inspector y no el agente de aduanas?
Por poco no la empujo cual carro al taxi que ella trajo... miren ustedes ella si tiene chofer privado... y le digo: tráigame mi numerito de una vez que me quiero ir de aquí.
Rob, la señorita y yo vamos a la oficina de aduanas, otra vez, cargando el hambre y la impaciencia entre los brazos, viene un tipo rechoncho cara de kinkon otra vez, ¿por qué todos estos agentes se parecen? Parecen haber sido clonados en alguna parte, carajo. (la impaciencia ya es mía.

-¿Y usted de qué país viene? , pregunta el kinkon blanco (el de ecuador era negro).
-De Arequipa, digo con los intestinos en la mano, molesta muy molesta, cansada demasiado cansada.

Nos ponen el numerito, nos registran en el libro de notas de la frontera y vamos de nuevo donde el guardia del almacen donde está el carro. “Ahorita si está todo completo”, dice el guardia... pero cuando pone los sellos se acuerda de un detalle. “¿por qué no han hecho sellar el papelito?”. Ay madre... si nos dejan sacar el carro primero vamos a sellar el papelito, se lo prometemos señor.... hum... está bien. Nos abren las puertas y Rob y yo nos damos a la fuga, está oscureciendo en el Altiplano. Nos damos a la fuga en serio.... mañana arreglaremos eso del sello en el papelito. Estamos agotados, queremos dormir.


2

Frontera Kasani-Copacabana. Frontera Perú-Bolivia. Después de una noche en la carretera, llegamos Rob y yo a la frontera por donde vamos a pasar con los ciclistas, una frontra tranquila, sin ambulantes ni pestilencias, pero sí con agentes aduaneros. Nos preocupa el tema del sello en el papel del carro. Llegamos temprano para aliviar todo el peso de la jornada, para intentar pasar antes de los ciclistas y lo logramos !!

El agente de aduanas de esta frontera nos dice: “no hay problema por el sello”. Qué bien, salimos del Perú más rápido de lo que pensamos.

Ahora entrar a Bolivia.
La oficina está cerrada. Nosotros estampamos los pasaportes y esperamos a que abran la agencia de aduanas bolivianas. Nos sentamos en las gradas, tomando nuestra incakola, comiendo chichasara. Después de media hora un tipo bajo y moreno llega a las oficinas estampa varios papeles para otros carros que cruzan la frontra así de veloz, y nosotros.... nosotros.... otro día de espera.

-Estos papeles están bien pero no tienen la autorización del cónsul de Bolivia en el Perú, señores.
¿Cómo?
-Que les falta el sello y la firma del cónsul de Bolivia en el Perú.
¿Para?
-Manejar el carro.

Por poco no me sale la impaciencia frente al escritorio del señor. Pienso: “estos bolivianos antipáticos no nos quieren dejar pasar”.

-Tienen que regresar a Puno.
Pero es sábado, señor. Y ahorita viene un grupo de 18 ciclistas... no vamos a poder hacer nada sin este carro en Copacabana.
-Necesita la firma y el sello del cónsul.

Rob habla con su español mascado. Yo me voy a Perú a ver si los ciclistas llegan. La petrol ,el otro carro ya está haciendo los papeleos. Este carro no tiene problemas porque no es peruano y tiene un carné de passage que le permite cruzar todas las fronteras !! Poco a poco van llegando los ciclistas , sellando los pasaportes de salida del Perú... les digo a todos:
“por favor, no sellen sus pasaportes en Bolivia, la Chevy no tiene problemas”.
La caravana de ciclistas y La Petrol se detienen delante de la oficina de aduanas de Bolivia. El agente se pone nervioso.

-Señorita, otra opción es que usted vaya a desaguadero y salga por allí.

Le digo que es imposible ir a Puno o desaguadero puesto que el carro ya salió del Pe´ru y para volver tendría que hacer todos los papeles del día anterior de nuevo.
Los ciclistas se piden gaseosas, sacan sus carpas de La Chevy, están dispuestos a acampar delante de la oficina de aduanas de Bolivia, allí en un jardincito pequeño.
El tipo se pone más nervioso.

Después de media hora el tipo me llama a su despacho. Me dice: los dejaré pasar a Bolivia, pero con la condición de que el cónsul boliviano me envíe la firma y el papel y el sello antes del miércoles en la noche. Me da sus teléfonos, sus números de fax, sus correos electrónicos, todo para que nosotros pasemos. Nos da la autorización. Sale de la oficina, le pone candado a la misma, pues ya es las 5 de la tarde, y me pide:
-Me puede llevar a Copacabana, pues no tengo carro.

Terminamos trepando al agente en el carro y cerrando la agencia de aduanas. Qué historia. Esperando, esperando y esperando.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Copacabana, September 27th 2008

Carnaval in the stomach

Most of us used the rest day in Puno to visit the Islas Flotantes in Lake Titicaca; the artificial floating reed islands constructed by the Uros Indians. The majority went by a ferry for just a couple of hours, but Andre and Gerard stayed overnight at the islands and slept, eat and shat with the Uros Indians. Everyone came back very positive and were impressed by the local culture.

Other cultures, other habits, other food, other bacteria… Result : “Carnaval in the stomach”. ( Almost ) everyone gets its turn. The day out of Puno it’s the turn of Mick, Karin, Kirsten and Georges. They feel weak, sick and miserable. No appetite, no power, no cycling…

Normally it’s just one day and then they are “back on the bike”. With the quartet in a “sick” taxi, we make our way to the Bolivian border. We cycle along the shores of Lake Titicaca, with 3820 meter above sea level, the highest lake with passenger boat service in the world.

It are 135 relatively flat kilometers to the Bolivian border. As expected we have some problems at the border to get the Chevy through the customs. Susana and Rob spent already the rest day at the border in Desaguadero to prepare our border crossing and to get all paperwork done before the weekend. The 30 hours they spent were not enough. When we arrived at the border the Bolivian customs wanted to see a special letter from the consul of Arequipa in Peru. Yes, why not… A letter of the consul of Peru to allow a car into your country. A few hours, phone calls, discussions and misunderstandings later we could pass the border with the Chevy. It was quite a help that Susana’s mum was the former Consul of The Netherlands in Peru. This opened doors… and finally closed incomprehensible borders.

Half a liter of Bolivian beer at the border didn’t help to cycle the last 10 kilometers to our final destination of the day : Copacabana. No, not the well-known beach in Rio de Janeiro, but a nice, a bit touristy, village at the shores of Lake Titicaca. The boulevard is a sand path and can’t be compared with the Brazilian version of Copacabana, but the little boats in the sea give the village a bit Mediterranean look.

It’s not Brazil, not the south of France, it’s Bolivia. Our third country on our route south…

domingo, 28 de septiembre de 2008

Puno – September 26th, 2008

Dogs : the good, the bad and the ugly…

The two rest days in Cusco were appreciated by everyone. We could have stayed ( much ) longer because the city has enough to offer. Anyway, back on the bike in the direction of Ushuaia. Some of us had stiff legs from the walks around Machu Picchu, especially Bene, Mick and Sean who climbed almost every mountain around the impressive Inca ruins. They had to pay the toll for their great hikes. The cycling days south of Cusco are fortunately rather flat compared to the stages of the last couple of weeks. We have reached the Alto Plano : this means that we cycle at an altitude of about 3600-3800 meter. We are surrounded by mountains which reach an extra one to two thousand meter in the sky, but the road follows a relatively flat course. We make quite some distance in the direction of Puno : almost 400 kilometers in three days.

The first day to Sicuani we pass old Inca walls, one of the oldest churches in South-America and traditional Indian markets. The women wear in every village different colourful hats and carry their babies in a cloth on their back. The babies hang in the cloths sometimes upside down, but nobody cares. The winds are favourable and the 145 kilometers fly by, also for the new participants Jakob and Karin which join us from Cusco. Geert wants to show his good legs and tries to win the stage. He breaks away one kilometer before the finish but he is not the best map reader of the peloton. He misses a junction, cycles an extra 20 kilometer, and arrives one and half hour later after Len and Sean, which come in first. He is not amused…

We camp at the local campsite in Sicuani which is situated in a populated area. At least populated with dogs. A lot of dogs. Tens of bad dogs bark and howl the whole night loudly and keep us awake till 2, 3, 4 o’clock in the night.

The impact of the dogs night concert is to see on the breakfast table. All tiny eyes, but again ready to cycle 140 kilometers across the Altiplano. A gentle climb to 4338 meter in the first part of the stage and later long, flat, straight roads. Days that you expect that nothing will happen. But… an ugly dog next to the road jumps to Cees’s bike and the frightening beast bites Cees in his right leg. F**king dog… A shock goes through Cees’s mind : “Rabies. What to do ??? My last hours have been counted !!!” The dog’s teeth stand a centimetre deep in his calf. A few kilometers further Didier and Mient provide a second lunch for the day. Didier can reassure Cees with his twenty years experience as ambulance nurse. Cees has had rabies vaccinations back home, but he will need - now after the bite - a few new injections to make sure that everything will be fine. The first injection : within 24 hours!!!

We are standing in the middle-of-nowhere. The next little town is kilometers away, but to everyone’s big surprise the local little hospital has the necessary injections available. The first danger is gone. Thank goodness.But, what about the good dogs in Peru ??

The 140 kilometer stage out of Sicuani ended a few kilometers before a little village in a bush camp next to the road. My appetite was good after another day on the bike and I ate Kirsten’s pasta with full pleasure. My stomach was the last couple of days a bit weak, but that didn’t stop my appetite. I went to my tent with a full stomach, too full. I woke up with a vague feeling in my stomach; time to zip open my tent in the cold night and to run out... Not enough time… I had to vomit in front of my tent. Almost on time… Spots ended up against my tent and the rest in my front garden… Luckily a good dog came along… He ate Kisten’s warm pasta with full pleasure and licked most of my tent clean… Good dog.

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