Chile, un nuevo país.
Al cruzar la frontera un oficial de aduanas revisa el vehículo del tour. Después de arrojar a la basura algunos comestibles, como por ejemplo, verduras, fruta, carne y queso, nos dice :
“Esto no puede entrar a Chile, po”. Me enseña una rama de árbol desde el capot del camión.
“Porque es de Argentina”.
No entiendo (?)
El oficial de aduanas se sube al techo del camión y saca la rama. Me explica que alguna vez hubo una plaga en los bosques de Chile. La plaga vino de un tronco de árbol que trajeron unos argentinos al país. “Había un bicho en la madera”, concluye.
Después del control sanitario, y de la explicación de que en Chile están libres de la fiebre aftosa y de todas las plagas habidas y por haber, entramos a territorio chileno.
Aquella noche un participante del tour me dice : ¿y cómo controlan entonces a las aves que pasan de un lado al otro de la frontera con ramas para armar sus nidos?
No lo sé, no lo sé.
2.
Pero es cierto, en la Patagonia chilena hubo hace veinte años o más una plaga en los bosques, que los aniquiló, deforestó y hoy están allí sin hojas, con troncos secos, que ni los pobladores los usan para la leña. Un cementerio que contrasta con la vida alrededor de ellos, con otros árboles más jóvenes que crecieron gracias a la lluvia.
Este territorio llamado la Carretera Austral, es verde, está repleto de vegetación, lagos transparentes, ríos de aguas turquesas, plantas de hojas tan grandes como en los cuentos (uno puede usarlas como paraguas) y un camino sinuoso de tierra que conecta con los poblados más remotos. Un espectáculo natural muy diferente a la Argentina.
Aquí llueve, llueve fuerte. Pero hay mucho sol en nuestro primer día. Hace un calor de 30 grados. Parece verano. Nos vestimos con cremalleras de manga corta y shorts hasta la rodilla. A los pocos kilómetros el cielo se nubla, lluvia, viento... dificultad.
Hoy dormimos en Villa Vanguardia.
La carretera austral es el mejor lugar para montar bicicleta. Subidas con la suficiente gradiente como para disfrutar de las ruedas sobre la tierra, descensos lo suficiente cortos como para coger un buen ritmo.
Al segundo día acampamos cerca a un glaciar. Pésimo día, lluvia por todas partes, pero un espectácutlo de lobos marinos en un fiordo, cerca a un oceáno.
El glaciar se llama el Glaciar Ventisquero Colgante. Hace frío, mucho frío. De todas maneras todos montan bicicleta y siguen disfrutando de los paisajes chilenos.
4.
Hoy descansamos en Coyhaique, un ciudad simpática en la Patagonia Chilena. Me pregunto si la gente aquí no se siente aislada. Pero luego descubro que hay tres vuelos al día a Santiago de Chile desde aquí.
Los siguientes nueve días van a ser difíciles. Volveremos a la Argentina, a las pampas y la nada.