jueves, 18 de agosto de 2016

Su nombre es Geert pero le dicen Katze. Es el caballero del grupo. Todo un personaje. Un gran ciclista que alguna vez participó en el Tour de France.

“¿Quieres escuchar la historia de este nombre?”.
“A ver”
“Yo cuando era pequeño fui arquero en un equipo de fútbol. Me decían “Kat” por saltar de aquí para allá a coger la pelota. Pero en mi dialecto (pues Geert vive al lado de la frontera con alemania), me llamaban KATZE”.

Katze tiene la mejor bicicleta del grupo. Con sus llantas michelín y su marco en fibra de carbono. Katze llega primero o segundo todos los días. Katze tiene 64 años.

Hablo de Katze porque este ciclista anónimo que alguna vez osó atravesar el Sahara en bicicleta

sábado, 1 de febrero de 2014

Hambre de un golpe (sobre los pedales)

¿Qué sientes cuando estás cerca de la meta pero compruebas que aún te faltan veinte kilómetros por recorrer y te mueres de hambre? 


HOY FUE UN DÍA DE ESOS en los que salí en bicicleta en dirección a otro país: Alemania, cinco kilómetros más allá de mi buhardilla holandesa, ¡qué suerte eso de vivir cerca de la frontera!, sin enseñarle al guardia de turno mi pasaporte o de hacer largas colas en la posta policial; pasar la frontera como uno cruza una calle y entrar a un pueblo ajeno y diferente a este país, pedalenado feliz la bicicleta. 

- ¿Adónde vamos? 
- A Brugge -me dicen mi amigos, algo inciertos, ¿conocerán el camino?

Brugge es un pueblito alemán (no confundirlo con el belga) con restaurantes que sirven bradwurst con papas fritas. Pueblito pequeño, con un castillo del siglo XV, rodeado de agua y parques, un molino y una iglesia; la gente suele pasear a su perro, enamorarse bajo los árboles y cabezas grises por todos lados. 

Hoy calculo 'cletear' unos veinte kilómetros o un poco más desde donde vivimos. No llevo ni agua ni ninguna mueslibar. Confío en mi fortaleza (pues es nada, veinte kilómetros), a pesar de conocerme bien. Tengo la sensación de que es demasiado cerca y me confío.

lunes, 16 de septiembre de 2013

¿Avanzamos?


Una de las ventajas de andar en bicicleta es la de ver de cerca la realidad que te rodea, ser capaz de tocarla y de sentirla. Uno puede detenerse a medio camino a tomarse una Inca Kola o simplemente a conversar con la gente. Viajar en bici por el Perú es un placer como ningún otro, sobre todo cuando se transitan por trochas que te llevan a las zonas más olvidadas del país. 

Estos niños viven en la zona del VRAEM y apenas saben el nombre de la capital del Perú, tienen entre diez y trece años y con las justas suman y restan. Me los encuentro en La Esmeralda, un pueblito perdido en el mapa de la frontera de Huancavelica y Ayacucho, por la ruta del río Mantaro. Los niños se acercan a nosotros los ciclistas que decidimos darnos un descanso aquí. 

-¿No van al colegio estos niños? -me pregunta Paul, un holandés del grupo, que lleva puesto su jersey naranja.

Me quedo pensando en su pregunta. Para mí siempre ha sido normal ver a niños corretear de aquí para allá en mis viajes por mi querido Perú, pero su comentario me sorprende, nunca antes había reparado en ese detalle, así que decidí acercarme a uno de los niños que estaban sentados en el porche de la municipalidad para preguntarle dónde estaba el colegio del pueblo, que si no tenían clases. 

-Los profesores están de huelga -me dijo el mayor de ellos. Sus compañeritos, unos ocho niños menuditos y de ojos tristes, me miraban con timidez, hasta que soltaron la carcajada.
-¿Y dónde está tu profesor?
-Vive en Huancayo, no en este pueblo.

Cuando escuché esa respuesta me pregunté hacia dónde se dirigía la educación en nuestro país. Quienes vivimos en la gran ciudad nos venden la idea de que el Perú está avanzando, y sin duda lo está, en construcción de carreteras, edificios, centros comerciales, la gente tiene más poder adquisitivo y las ciudades están cambiando, pero cuando llegué aquí a La Esmeralda, a este pueblito huancavelicano, era como haber retrocedido cuarenta años en el tiempo y encontrarme con un país que muchos de mis conciudadanos no quieren resignarse a ver. 

Huancayo está a seis horas en auto desde La Esmeralda, la mitad asfaltada y la otra no. El profesor llega cada dos semanas a darles clases de matemática, lengua castellana y geografía, y luego desaparece por un tiempo; se pasa los días en la comodidad de su ciudad haciendo otras cosas que no sabemos, excepto darles una educación a esos muchachitos que me miraban con melancolía ese mediodía de septiembre. 

-¿Y hace cuánto que no tienen clases?
-Hace días ya...
-¿Y de cuántos días hablamos? 
-Muchos, señorita. La huelga, pues.

Me senté al lado de ellos. Les hice un examen de geografía. ¿Cuáles son las tres regiones naturales del Perù?
No supieron contestarme. ¿Y cuál es la capital de Loreto? Enumeraron varias ciudades, entre ellas Arequipa, sin nombrar Iquitos. Viajar por el interior de tu país te abre los ojos y te enseña de que el Perú no es sólo un puñado de ciudades sino el corazón de las zonas rurales que siguen viviendo como hace cincuenta años o más. ¿A quiénes beneficia ese falso nacionalismo, inventado e imaginado basado en booms gastronómicos, económicos e inmobiliarios?

Muero de verguenza al tener que responderle al grupo de extranjeros con el que estoy viajando de que los niños del Perú no están yendo a la escuela debido a una huelga general indefinida y que su profesor vive a seis horas de allí, y no llega siempre a darles clase, con o sin huelga. ¿Cuál será su futuro? 

Nosotros continuamos nuestro camino después de tomarnos una inca kola con esos muchachos. No me quiero poner moralista y aún menos catastrófica pero esa región por la que pedaleábamos estaba poblada por policías que controlaban los vehículos de la droga. El camino de la coca que serpentea hacia las profundidades de la selva. El VRAE a poco kilómetros de distancia. 

domingo, 20 de enero de 2013

Sometimes in descent

Las imágenes describen muchas veces mejor que las palabras. Aquí un vídeo del viaje Niza - Barcelona, en el Grande Boucle des Pyrinees by www.bike-dreams.com


stuck in motion from Chris Ivin on Vimeo.

sábado, 19 de enero de 2013

Perú en Africa


Un tipo me pregunta: “¿De dónde eres?”.
Le digo que del Perú. "¿Sabes dónde está?".
Me dice "sí".
Es la primera persona que me dice "sí" en todo África.

Y yo le pregunto sabes dónde está Perú.
Me dice: "¿Perú? En América del Sur".
"¿Y cómo sabes?"
"Porque Perú jugó contra Camerún en 1982".
Y yo lo adoro.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Los Top 3 de los Andes (en bici)

¿Los tres mejores lugares para andarlos en bicicleta? ¿los tres más fabulosos? Aquí los mejores lugares en los Andes sudamericanos nombrados por unos cuantos ciclistas alrededor del mundo, los tres más impresionantes, los que más se recuerdan en los ojos del ciclista.



1. Cordillera Blanca, Perú

Historias de los Andes y de abras de gran altura. Este camino (foto) sube poco a poco hasta los 4,900 metros de altura. Las abras del Parque Nacional Huascarán son atravesadas año a año no sólo por turistas, sino también por ciclistas. La anécdota es : sólo los elegidos pueden atravesarla (!), depende del día, de la condición del tiempo y del cuerpo. En el 2008 un español y su esposa, ambos en bicicleta, no pudieron atravesar esta altura. ¿Qué habían comido ese día? "Nada especial, decían, simplemente qué poca capacidad de respiración la mía". Se treparon a un vehículo turista que estaba recorriendo la zona para volver al campamento de entrada del Parque Nacional, tuvieron que renunicar a intentarlo.

Otros consiguen pasar y sobrepasar la altura con la mente colgando a un lado de la cabeza, pedaleando a cinco kilómetros por hora, como si el motor dejara de funcionar en cierto punto de la ruta. ¿Y el soroche o mal de altura? Casi todos tienen suerte de no sentirla, pero los pocos la sienten y les es imposible atravesar la barrera.

Lo impresionante de esta ruta desde Huaraz hasta Chavín o Huánuco es que uno consigue pasar del lado occidental al oriental de los Andes. Los ríos que viste al principio del día desembocan en el Pacífico, mientras que los que observaste en la tarde, en el Amazonas. Eso es lo impresionante de la cordillera de los Andes en el Perú.



2. Carretera Austral, Chile

Uno de los sitios más espectaculares para andar sobre las dos ruedas es la Carretera Austral en Chile, un camino de tierra que va desde el sur de Chiloé hasta Puerto O'Higgins. Una carretera que parece sacada de un cuento de hadas. Los rabarber, hojas del tamaño de una pesona, me hicieron recordar a las historias de duendes escondidos en un bosque. Algunos días puede llover, otros con un sol fabuloso. El mejor trayecto para demostrar las capacidades técnicas de la mountain-bike. Pendientes de más de 10% al lado de quebradas y lagos glaciales. Sin duda, el lugar favorito de muchos ciclistas de las zonas europeas. Muy popular.

Lo recomendable es entrar a Chile desde Trevelín, Argentina, cerca a la zona de los lagos. Y recorrer desde Futaelufú hasta Puerto O'Higgins este camino de tierra. A medio camino hay una ciudad llamada Coyhayque.



3. El Altiplano, Bolivia

La meseta más alta del mundo y la más extensa me hizo recordar al Desierto del Sahara. Desde Oruro hasta las quebradas de Tupiza, estos paisajes permanecen pegados en la mente del viajero. Andar en bicicleta es una prueba al estómago y al ombligo. Sobrevivir a cuatro mil metros sobre el nivel del mar.

Recomiendo seguir la trocha de tierra que va de Oruro a Uyuni. Esta ruta pasa por Tahua, un pueblecito a orillas del lago de sal que tiene los todos los servicios básicos para el viajero. Lo mejor es acampar sobre la sal y despertar rodeados de grupos de llamas. Un espectáculo sin igual en donde el Altiplano puede tener el sabor del mar.

La anécdota del "Andes Trail" fue el día del viento. Un viento que se coló por las partes más íntimas del cuerpo. Sin duda, apta para la gente más fuerte y preparada. A must !

sábado, 1 de septiembre de 2012


Un pequeño descanso y una Inca Kola en la ruta de Huansala (Amcash) a Tingo Chico (Huánuco).  Recorriendo el Perú de norte a sur.

lunes, 27 de agosto de 2012

Bicicletas entre coches y camiones


Cada viaje tiene sus historias, y esta edición del Andes Trail empezó pronto con sus historias de amor. ¿Amorosas amistades raras, disparejas las parejas? Un médico menudo y una fisioterapeuta de talla alta. Todo se trata de sobrevivir mientras se pedalea y no importan los compromisos en tu vida cotidiana, sino lo que el camino y la carretera te proporciona en el día a día, porque de eso se trata viajar, de vivir el ahora metro a metro mientras se suben las montañas.


Escribo esto desde un hotel en Huaraz después de tres semanas intensas sobre los pedales y además ayudando al equipo de apoyo en la cocina y con los hoteles. No sé qué decir ni cómo expresarme, lo único que esta experiencia la disfruto muchísimo más que otras veces, reconociéndome en los rostros de mis paisanos, disfrutando del desorden y de este ritmo lento sosegado natural de los burritos que se pasean con sus arreadores, los perros que ladran a lo largo del camino y los camiones que te tocan la bocina y te asustan para saludarte. Reconozco mi lado latinoamericano. Esa calidez y amigabilidad de la gente que curiosa pregunta ¿De dónde son? Y me dicen “gringa” sin creerme que soy peruana. Así quiero reconocerme.



Estas semanas hemos visto paisajes que cambian de colores. Las montañas verdosas del Ecuador se diferencian de los desiertos del Perú. Los primeros días en carreteras asfaltadas con el tránsito de la Panamericana a alturas sobre los 3,500 metros sobre el nivel del mar que atraviesan pueblos y mercados ecuatorianos. Fritadas, chanchos al horno mostrando sus cabezas, mujeres ancianas ofreciéndote algo que comer. Cerros verdosos y ricos en pastos naturales. Ecuador, qué hermoso país es, con gente muy educada y amorosa.



Ahora estamos en el Perú. Y los cambios se perciben desde que cruzamos la frontera. Los guardias de aduanas preguntándote de dónde eres y adónde vas, una mujer en el primer refrigerio, cerca a Tambogrande (Piura), coqueteando con el enfermero del grupo “quiero un hijo con tus ojos”, dice. Algarrobos y desiertos, cabritos y gallinazos. Un participante me dice que Perú parece Beirut y otro que le recuerda a la India. Yo no sé qué responderles. Añaden que la gente es muy amigable, y yo creo que es quizás la aridez y el polvo que se cuela en los hogares lo que lo hace así.


El camino continúa pero el camino del Andes Trail cambia del asfalto a la trocha después de unos días de descanso en Huanchaco (Trujillo). La policía nos escolta hasta el cruce de la Panamericana Norte con el proyecto Chavimochic antes de llegar a Chimbote, y allí le decimos adiós a la costa hasta Ushuaia, muy lejos. Ingresamos a los callejones del Cañón del Pato siguiendo un camino pedregoso a lo largo del río Santa, y vaya, qué hermosas montañas las que tenemos en el Perú (y yo orgullosa), de tamaños que no entran en nuestras cámaras de fotos. Colores rojos, naranjas y rosas brillan con la luz del sol, poblados de cactus y lagartijas que curiosas nos miran pasar. Montañas que parecen tener minerales preciosos que yo nunca quisiera que se  exploten para una minera.


La bicicleta es un estilo de vida que te acerca a la naturaleza y que te permite además observar el interior de tu país. Qué diferencias, qué impresiones las que reciben los ciclistas mientras suben las montañas hacia el callejón de Huaylas. La gente cambia incluso de vestimenta. Sombreros de copa alta, las mujeres con flores que las adornan llevando a la espalda hierbas de todos los olores. Y sus polleras. Y los túneles del cañón del Pato, tan salvajes, que atravesarlos es estar inmerso en la niebla (de polvo que dejan los camiones).

Desde mi ventana del cuarto de hotel en Huaraz observo a dos de los participantes perderse en el horizonte de los edificios de esta ciudad, quizás en busca de algo qué comer. "¿Serán pareja?", me preguntan por allí. No lo sé y prefiero no meterme, que sobrevivir a este viaje es una cuestión emocional. Y eso lo sabe la llama, nuestra mascota, un peluche blanco que pasa de mano en mano contando las historias diarias de los participantes del tour. Sí, sí son pareja y a los pocos días uno de ellos me pide que cambie la disposición de las habitaciones, ¿una cama matrimonial?, sí señora, una matrimonial, y a partir de allí, de los caminos que nos llevan a Huánuco y a coronar las cimas de Cerro de Pasco, los dos pedaleando juntos en esta tregua, los cuatro meses que pasarán en su bicicleta, acompañándose entre los ichus y los pastos andinos de la sierra del Perú. 



domingo, 22 de enero de 2012

snapshots en ruta

Madre e hijo caminan a su pueblo llevando algo de cargamento

Saltamontes africanos

Bosque togoleno

Algunos caminos son mitad asfalto, mitad trocha, el arte de andar sobre ellos en bicicleta y en camion

A los africanos les gusta incendiar sus bosques. Aqui un incendio mientras tomamos un refrigerio.

Trochas agotadoras, el cansancio me quiere ganar

Inversion china en el Africa

Puente sobre el rio Volga

Bombeando agua del subsuelo con algunas mujeres africanas

Washboard. Estos caminos son los peores.

Monos en medio de la ruta

Antilope

El elefante asado espera a su pareja en Mole, el parque nacional mas importante de Ghana

sábado, 21 de enero de 2012



Aquella noche dormimos al lado de un colegio. Didier pone una cuerda alrededor del camión y las mesas de la cocina. Los niños vienen a vernos – cuento unos sesenta a dedo-. No cruzan el cordel. Se sientan durante horas a observarnos.

Rob, el inglés del grupo, un cascarrabias inaceptable, dice: “¿Qué tanto les gusta vernos?”.

Al parecer no tienen mucho qué hacer en el pueblo. Se quedan así observándonos hasta el anochecer. Supongo que es como si fuera a llegar el circo por primera vez, como Melquíades con sus trucos de magia en Macondo. El número de niños va aumentando poco a poco, incluyendo los adultos. ¿Esperan que hagamos un truco? ¿Creen que les vamos a dar un regalo? No lo sé, no tengo ni idea. Y me quedo así contemplándolos hasta que empiezan a acercarse a mí y a sentarse a mi lado. Espero que la curiosidad no mate al gato pero no sé qué hacer con ellos. Me miran y miran como bicho raro. 

Una hora después cenamos bajo la luz de una fogata que el padre de los niños encendió para espantar a los mosquitos. Nosotros compartimos nuestra comida con ellos, pero ellos se pelean por alcanzar un bocado, hasta que el padre pone orden allí y les dice que tienen que ser educados, que todos recibirán su parte. Didier los ayuda a ponerse en fila india, es el buen samaritano. 


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