Seguimos en estos nueve días en la pampa.
Después de Bajo Caracoles. Al día siguiente seguimos rumbo al territorio de la nada, mucha pampa y un camino de tierra y recto.
Y encima, en medio del viento (casi huracanado).
Después de todo el circo que se armó en Bajo Caracoles, con el problema de las camas y el hotel, uno de los directores del tour dice : esta noche vamos a acampar en medio de la pampa y de este viento.
Antes de salir a destino yo le consulto a alguien si por Las Horquetas hay algún refugio, aunque sea un muro que nos resguarde de las inclemencias del clima.
“Por allí están construyendo un hotel, quizás allí pueda encontrar un lugar donde resguardarse”.
Yo tengo que ir aquel día en el vehículo del tour para intentar conseguir un refugio para los ciclistas. El viento es demasiado fuerte, sopla sin piedad encima de esas planicies de tierra y algunas yerbas. Espero encontrar un lugar donde protegernos.
Proteger, esa es la palabra, las seguridades. La mayoría de este grupo no le gusta acampar y cada vez que pueden reclaman hotel. Pero éste es un viaje de camping y no se puede cambiar, además de que en la argentina, en estos parajes olvidados no hay nada, nada de nada, en cien o doscientos kilómetros alrededor.
Viajo en el vehículo de tour.
A ciento siete kilómetros encontramos una construcción de piedra; sin duda parece una antigua hacienda en plena reconstrucción / refacción. Nosotros nos detenemos para buscar a los encargados del recinto.
Entramos a todos los ambientes del lugar. Una sala, habitaciones, baños, cocina. Repetimos : “Hola, buenos días, ¿hay alguien aquí?”. Nada.
Después de unos minutos entramos al último lugar que nos toca revisar, pues con el viento noo se escucha mucho las voces o los gritos que uno pueda emitir, incluso los saludos.
Y salen dos tipos medio morenos de allí, dicen ser los encargados constructores del lugar. Les pido por favor que nos den algún refugio. Ellos me enseñan el lugar y me dicen : puede usar el salón (de unos quine metros de largo, ideal para armar nuestras mesas para la cena), y dos habitaciones y un baño.
Perfecto. Le ofrezco pagarle un monto por el favor que nos está haciendo. Perfecto.
Nosotros sacamos las mesas, la cocina, las ollas, la comida, todo listo para armar nuestro campamento. Incluso hacemos sopa, café, té. El salón es hermoso, de paredes de piedra y techo de madera.
A los pocos minutos llega una camioneta al lugar. Dos señores de cabellos grises salen del vehículo y entran a mirar lo que estamos haciendo. No nos dicen nada, sólo saludan. Luego, se van.
Los ciclistas empiezan a llegar, a armar sus carpas. Es gracioso, los de mayor edad llegan desesperados en el segundo vehículo de apoyo del tour, a encontrar un buen lugar para las carpas. Luego llegan los más jóvenes : quieren dormir dentro en las instalaciones del hotel. Aventureros de poco calibre. Invaden la sala sin preguntar e incluso se duchan en uno de los baños. Y eso no estaba permitido.
Llegan los dos tipos encargados del lugar nerviosísimos a hablar conmigo. El dueño acaba de venir y les ha pedido que salgamos de aquí. ¿Sacar a treinta personas? Que no utilicen nada de las instalaciones. Pero eso no habíamos quedado, pienso yo.
“Están ensuciando las instalaciones”.
Y lo comprendo.
Pero los tipos empiezan a hacernos problemas. Le digo: ¿por qué tu jefe no habló directamente conmigo? ¿cómo voy a saber si además era el jefe? Demasiadas preguntas.
Al final, no les hago caso, nos quedamos esa noche en el hotel. Eso sí, mandé a la gente a dormir afuera en sus carpas (nada de engreimientos). Y al día siguiente les pregunté a los tipos de dónde eran : "Bolivianos, señorita". Y querían más dinero.
Le pagamos lo que se merecía, osea poco.... y nos fuimos !!!