¿Soñar alguna vez con un lugar geográfico? ¿Enamorarse de un punto en el mapa? ¿Es viajar un especie de enamoramiento o es simplemente un traslado de un lugar a otro? ¿De qué me enamoro yo?
Yo creo estar enamorada de un lugar que no conozco. Viene desde mi niñez, enamorarme de lo imposible y lo desconocido. Todo comenzó en las veladas en la casa de mi padre con sus amigos escuchando Los Chalchaleros. Yo era pequeña, una niña de cuatro años cuando mi padre armaba fiestas y escuchaba con sus audífonos música de todos los lugares. Él amaba Los Chalchaleros y además a Atahualpa Yupanqui y a Jaime Torres. A veces colocaba el LP de música a alto volumen. Yo crecí con esa música bailando en mi habitación (pues no me estaba permitido participar de las fiestas a esa edad).
Crecer con la música del norte argentino me llevó con los años a cantar las letras de esas canciones. Canciones como “En un pueblecito de Salta” o “Viva Jujuy” o “Los ejes de mi carreta” marcaron mi vida de tal manera que parecía yo formar parte de una cultura ajena, una cultura que me pertenecía sí y no. Eso me llevó a desear alguna vez visitar esa zona de los Andes. Las cuerdas del charango de Jaime Torres y las descripciones de los campos en Los Chalchaleros me llevaron a recrear esas regiones en mi mente... e idealizar. Sin querer conocía yo ya ese lugar.
Ahora estoy aquí a diez kilómetros de Jujuy. He recorrido en bicicleta los cerros y la puna argentina con los pies bien pegados en los pedales. Y Jujuy es tal como me lo imaginé con sus cerros pintarrajeados y sus pampas y sus punas.
¿Puedo decir entonces que este es un punto en el mapa con el que me enamoré? Quizás no estuve enamorada del lugar geográfico pero sí de su música. Ahora estoy sin querer aquí. Y sé lo que canto y de lo que hablo