sábado, 11 de septiembre de 2010

Izcuchaca

Izcuchaca es un poblado a medio camino. Allí Didier, nuestro médico, prepara un refrigerio buenísimo en el puente colonial más antiguo de la zona. Hay mercado en el pueblo, gente que curiosa se acerca a nosotros a preguntarnos de dónde venimos, y un ferrocarril.

La gente en esta zona del Perú habla un quechua muy claro y preciso. Los escucho hablar su idioma y yo intento hablarles con mi poco conocimiento del tema. Este es uno de los poblados más hermosos y mis favoritos en el tour.

El Perú profundo

A veces pareciera que la lluvia, esa intermitente lluvia que nos estuvo acompañando desde el Parque Nacional Huascarán dividiera el país en norte y sur.


Hoy salimos hacia Huancavelica (sin ser ése nuestro destino final) por una carretera asfaltada con poco tráfico que sale de la ciudad de Huancayo, así caletamente por entre un grupo de casas y árboles de eucaliptos, directamente hacia el sur.

Cambia la escena.

Campos de cultivo de trigo clavados sobre la tierra rojiza de un color dorado que resalta con la luz del sol; pocas casas de adobes cobrizas desperdigadas entre los cerros con cercos de piedras y madera; alguna gente caminando con sus animalitos, otros arando la tierra. El contraste entre el campo y la ciudad es grande y en un segundo del tiempo. Parece que aquí nunca ha llovido.

Andamos sobre las dos ruedas. Percibo la carretera como una línea recta que trepa y trepa y luego culebrea en las alturas. Después de varias horas intentando vencer la montaña llegamos a un pueblo pequeño en la cima. Casma, su nombre, como un lugar de la costa.

- Ah, ya me acuerdo del nombre de uno de los submarinos del Perú -me interrumpe Peter Ernst, el veterano, a medio camino-: Se llama Casma y está por Lima, igual que este pueblo.

Cruzamos el pueblo y advierto que en esta región hay poca propaganda política. No se puede comparar con otras regiones del país. Sonrío al ver la fotografía de un señor candidato a la región con el símbolo de una papa y a otro con un balón de fútbol (!). Niños saludan, no hay perros que ladren, el cielo está limpio de nubes.

Pedaleamos media hora sobre la meseta, con pequeñas subidas y bajadas. Luego viene el descenso, que es largo y en zigzag, y que llega a una hermosa quebrada : el río Mantaro.

Nosotros vamos a seguir la ruta por el río Mantaro que parece una laguna empozada y larga que sigue y sigue a lo largo de la quebrada. Nosotros no vamos a seguir el camino hacia Huancavelica que es una ascenso largo hacia los casi cinco mil metros de altura. No, nosotros vamos a seguir una trocha que va hacia Ayacucho.

martes, 7 de septiembre de 2010

Huancayo en las nubes

Las nubes cubren la ciudad de Huancayo y sueltan un corto aguacero. ¿El verano andino ha empezado ya?, le pregunto a una señora que mira conmigo al cielo y quizás, quién sabe, se pregunte lo mismo.

A lo largo del camino hacia Huancayo ha llovido y la gente : las señoras en ponchos vendiendo quesos frescos en sus quioscos, los hombres con sombreros regresado de sus chacras o acompañados de un grupo de vacas y un perro, dicen que el verano se ha adelantado, que la época de lluvias viene reciencito en octubre, que no es normal que llueva tanto en setiembre. Y eso que recién ha empezado ya. 

La Plaza de la Constitución y la Catedral de Huancayo

Uso este tiempo verbal (el pretérito perfecto) porque aún sigue lloviendo, y ahora estoy en Huancayo, al lado de la plaza viendo llover. Me pregunto : ¿Cuánto durará esto?

Una de las calles más concurridas de Huancayo
Y recuerdo la primera noche que llovió sobre los 4,200 metros de altura, en el techo de mi carpa (tienda de campaña), con las nubes cubriendo los nevados del Parque Nacional Huascarán, y el ascenso a los 4,880 msnm con gotas de lluvia pero también con un poco de nieve, cayendo sobre mi rostro mientras pedaleaba. Y la noche en Tingo Chico, cerca a Huánuco, nuevamente lloviendo en el campamento. Y el peor día en Cerro de Pasco, a los 4,300 msnm, cuando varios ciclistas renunciaron y se subieron al vehículo de apoyo por la lluvia y el extramo frío. 

Mañana nos dirigimos hacia Ayacucho por una carretera casi invisible a la que le llamo "la del Perú profundo".  

Ahora mientras camino por las calles de Huancayo, esta ciudad con mucho movimiento nocturno: las farmacias abren hasta las once de la noche y las discotecas también funcionan los días lunes, algo poco normal en una ciudad pequeña, espero no ver más lluvia los siguientes días. Pero Huancayo está por las nubes y quizás nosotros los ciclistas terminemos allí también.  

Un neumático reventado

Uno de los riesgos de este viaje son, claro, los inconvenientes que puedan suceder a lo largo de la ruta. Uno de ellos es el pinchazo de una llanta (neumático) del camión, no la bicicleta, que retrasa el viaje y sobre todo la organización.


Edosn y Ewald reparando el neumático del camión de Bike Dreams

Lo voy a explicar : este tour cuenta con dos camiones de apoyo, vehículos de mediana estatura, que uno lleva los equipajes de los ciclistas y la cocina de Bike Dreams, y otro, prepara un refrigerio y sirve de auxilio en accidentes o problemas de salud. Los dos camiones (Mercedes Benz, ex vehículos de bomberos) llegaron desde Holanda hasta el Callao hace un par de meses y ahora están recorriendo América del Sur. 

En nuestro camino hacia Huancayo, uno de los vehículos empezó a temblar a medio camino. "¿Qué pasa aquí? ¿Es la carretera o el camión?". A los pocos minutos escuchamos un "paffffff". Yo pensé atropellamos un perro. Pero era la llanta (el neumático). 

Felizmente viajé ese día en el camión, no por no poder andar en bicicleta, sino por una cuestión de organización. A una de las ciclistas le había mordido un perro y teníamos que llevarla urgentemente a Huancayo, la próxima ciudad-descanso de nuestro recorrido, para que le pongan las vacunas de rigor. 

Pero nos quedamos estancados a medio camino. 


Los ciclistas ayudando a subir el neumático a la cabina del camión

Las personas que viajaban conmigo en el camión tuvieron que dividirse. Unos tomaron un taxi hacia Huancayo, entre ellas la señora con mordedura de perro, mientras que nuestro cocinero, Edson Estremadoyro, se fue a buscar al mecánico del equipo de Bike Dreams, que estaba kilómetros atrás de nosotros. Yo me quedé sola en el camión.

Horas sola en el camión, tratando de dormir, tratando de descansar, pero nada.

A la hora y media llegó Peter Ernst, el mayor del grupo, de 68 años, en la bicicleta. "¿Qué pasó?" Le expliqué lo sucedido. Había un restaurante cerca.

"¿Nos tomamos una cerveza?". 
Mientras nos tomabamos una cerveza, (y Peter se compró una botella de cerveza extra y echó el contenido en su bidón de agua) llegó un carro de la policía, el mecánico y Edson, el cocinero. A reparar la llanta.

Tardamos una hora en cambiarla por una nueva de repuesto. Los ciclistas que fueron  llegando al lugar de los hechos nos ayudaron a subir la llanta malograda a la cabina del vehículo. 

Llegamos tarde, bastante tarde, a Huancayo. Pero todos disfrutaron una tarde de cervezas en la ciudad. Además los entrevistaron en un canal conocido de la televisión. Una anécdota más del Andes Trail. 




domingo, 5 de septiembre de 2010

Barro y altura

Andar en bicicleta sobre los 4.300 metros sobre el nivel del mar es verdaderamente una hazaña, sobre todo para aquellos que en un día tuvieron que escalar desde Huánucho (2000 msnm) hasta Cerro de Pasco (4.300 msnm) y en plena lluvia.

Al principio del día todo parecía muy tranquilo. El sol brillaba y la carretera no era demasiado empinada. Sin embargo, al paso de las horas, los kilómetros y las piernas empezaban a hacerse pesados como dos bloques de plomo sobre los pedales, y las nubes hicieron su aparición con un chubasco demasiado potente.


En la Pampa de Junín, a 4.300 msnm

¡ 110 kilómetros, nada más, bajo la lluvia !


Hace un par de años, cuando Rob van der Geest, el creador de esta travesía, me comentó su idea de atravesar los Andes en bicicleta, me pareció un imposible, sobre todo al pensar en los caminos de trocha de las enormes montañas peruanas.

En este camino de Cerro de Pasco, más de quince ciclistas deciden subirse al carro de apoyo de Bike Dreams. Los otros, los más rápidos, llegaron a tiempo al hotel.

La lluvia a los cuatro mil metros de altura fue casi un imposible, junto a la altura y el frío (y sin nieve).

La ciudad metida en un hoyo




Cerro de Pasco, una ciudad estancada en una promesa. Mucha gente emigró hace ya varios años hacia este lugar, que nunca fue una ciudad ni si quiera un pueblo con la esperanza de ganar dinero gracias al desarrollo de las minas. Pero miren lo que es ahora. Una ciudad construida alrededor de una laguna que fue una mina, con calles de tierra, casas a medio construir, gente bebiendo cañazo en las chinganas, cables de postes eléctricos que cruzan de una calle a otra, sin agua las 24 horas, difícil de describir.

- ¿De qué ciudad eres? ¿Naciste en Cerro de Pasco?, le pregunto a la administradora de nuestro hotel, Hotel Wong.
- Yo no nací aquí, señorita. Yo nací en el Cusco.
- ¿Y qué haces aquí?

Todavía recuerdo uno de mis paseos a la selva del Cusco. Un año antes, mi hermano había visitado un pueblo llamado Kiteni. "Hay muchísimos insectos y plantas que quiero recolectar", me contó muy animado, él es botánico y entomólogo, y le pareció el paraíso. Un año después fuimos los dos, mi hermano y yo, a Kiteni. ¡Cómo había cambiado! De las tres casas que habitaban el lugar, ahora eran mucho más de cincuenta, lleno de negocios, restaurantes, hoteles. Pregunté qué había pasado en el lugar : "mucha gente ha llegado aquí para el proyecto del Gas de Camisea en busca de trabajo", y mucha de esa gente nunca consiguió un puesto de trabajo y se quedó estancada en el lugar tratando de abrir negocios para sobrevivir y volverse a su pueblo o ciudad de origen.

Me imagino que lo mismo le pasó a Cerro de Pasco. 

Abrieron la mina con una promesa. Mucha gente emigró con la esperanza de encontrar trabajo y la mayoría se quedó estancada, inventando negocios para poder sobrevivir.

Esta mañana veo una pelea entre dos choferes de buses. Ellos gritan Huaylláy-Huaylláy. Los posibles pasajeros se meten a un carro, luego al otro, pero uno de los choferes se molesta, sale irritado de la cabina del bus y le mete trompicones al otro. ¿Quién tenía derecho a subir a los primeros pasajeros?

En el Perú las cosas son así, todo se trata de justicia o injusticia. Y si hay injusticia se meten a trompicones, incluso por cosas irreales que ni existen.

Salgo de Cerro de Pasco hacia La Oroya. Veo desde la carretera una ciudad empobrecida dentro de las cavidades de una mina. Hace frío, demasiado frío.

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