Viento, arena, kilómetros, con los manubrios sobre las trochas bolivianas.
Dos días después de La Paz y de una carretera asfaltada que pasa por Oruro y otros poblados del Altiplano, entramos hacia los caminos que llevan a Uyuni, la famosa laguna de sal.
Hace dos años, los bolivianos estaban construyendo una carretera hacia Uyuni, o por lo menos hacia una comunidad llamada Salinas, muy cerca de allí. Sin embargo, el camino nunca se terminó de asfaltar. La esperanza de los pueblos quedó en una ilusión. El terreno afirmado es una trocha mal conservada. Montar bicicleta sobre ella obliga a buscar otro camino.
Viento, demasiado viento
En nuestro primer día sobre la trocha hay muchísimo viento en contra. El viento sopla en dirección contraria a nosotros los ciclistas, cerro arriba, cerro abajo. Los 80 kilómetros que tenemos que recorrer son interminables . Sólo nos queda pedalear y pedalear hacia el campamento.
Llegamos a una cima. El viento sopla con tal fuerza que vemos una nube de polvo/arena cubrir el paisaje. ¿Hacia dónde estamos yendo?
Remolinos de arena, tierra que entra en los ojos, en la boca, que golpea con fuerza sobre nuestros cuerpos. A veces me tengo que detener para darle la espalda al viento y para no sentir las partículas de tierra que rebotan sobre mis piernas.
Inútil. No vale la pena detenerse, simplemente seguir y seguir hasta el final del día porque no hay cómo evitar ese viento absurdo que no sé de dónde está llengando. Después de varias horas llego a un campamento enterrado sobre la arena.
Accidente en la altura
En nuestro segundo día sobre la trocha esperamos no tener viento. Yo pedaleo y pedaleo con velocidad para no tener que sobrevivir de nuevo al viento, pero no, felizmente no hay vientos fuertes ése día. Tenemos que recorrer una ruta alrededor de un volcán que colinda con el famoso Salar de Uyuni.
La carretera es tan mala que parece una trocha para practicar la mountain bike. Todos los ciclistas vamos en fila india. Algunos quieren demostrar que son más rápidos. Yo me tomo la paciencia de recorrer esa trocha repleta de piedras y de arena con cuidado, mirando dónde pongo mi llanta delantera. Kilómetros antes de llegar, a orillas del Lago de Sal, veo a uno de los ciclistas en el suelo. Estaba compitiendo con otro de los ciclistas y por no tener cuidado cayó al suelo y se rompió la clavícula.
Clavícula rota. El salar es una maravilla, pero es lamentable que un día tan maravilloso sea opacado por un accidente.
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