Aquí las tierras, estas explanadas de cien kilómetros a lo ancho, con ninguna tierra de cultivo, pastos de trinches gruesos, a veces un recinto, mucho alambrado , propiedad privada, tienen un solo dueño.
Este lugar se llama Tapi Aike y es algo así como un cruce de caminos. Sólo tiene dos construcciones pequeñas, una caseta policial y una estación de gasolina, y una enorme hacienda llamada como el lugar, quizás por eso le pusieron este nombre, Tapi Aike.
Pregunto en la caseta de policía si podemos acampar por una noche y protegernos del viento, señor, en alguna de sus instalaciones. El policía me mira, me pregunta de dónde venimos, la curiosidad usual, y después de unos segundos, de escuchar "somos treinta personas", me dice no.
Desalentada, me voy unos metros más allá. Cruzo una autopista, llego a la única estación de gasolina: dos casetas, una bomba de diesel, una pequeña tienda que vende gaseosas y otras cosas. Igual, el tipo me dice que es terreno privado, que aquí no se puede acampar.
¿Y la estancia?
La estancia, uno de esos lugares bien cercados con alambres y miles de jardines por aquí y por allá, y establos donde guardan caballos ovejas vacas y qué sé más, está escondida entre árboles que la protegen del viento. Paredes amarillas, techo rojo, miro por la ventana de la casa principal, una chimenea, la televisión, alfombra de lana, toco la puerta y nadie contesta.
Pero el dueño aparece, por otro lado.
Le pregunto muy educadamente : ¿Nos podemos alojar aquí, señor?
Me dice que "no" también, y después de una discusión de más de una hora, está muy cansado dice, que no quiere atender a nadie, nos señala la pampa y nos dice : allí pueden acampar, en medio del viento, a ras de la tierra.
Vuelvo al puesto policial, regreso donde el encargado de la estación de gasolina, también le toco la puerta a un señor encargado de la seguridad vial (¿cuál? ¡Si no pasa ningún carro!). Todos me dicen que no, que estas tierras son del dueño y que no quieren problemas.
Al final acampamos en la pampa y con viento y pienso en la solidaridad de la gente y en su cansancio.
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