Costumbres argentinas o quizás costumbres europeas. Mi último día en Ushuaia está supuestamente gobernado por esta idea, la estúpida idea de tener que coger un avión, de ir al aeropuerto a tiempo, como si esta última mañana estuviese perdida en el limbo de la nada, sin disfrutar de esos últimos instantes en el confín más lejano del sur de la tierra, y todo supeditado al viaje en avión, a esa máquina a dos motores que despega de un lugar y después aterriza en otro.
Un escritor argentino diría, que viajar en un avión es como vivir en medio del paréntesis, ganándole al tiempo, al espacio, todo aquello que nos perdemos en hacerlo a pie o en bicicleta en nuestro caso. Porque nosotros todo lo hemos hecho en bicicleta, desde Quito (Ecuador) hasta Ushuaia (Argentina) viendo y viviendo los paisajes que cambian a medida que uno entra a una nueva región o valle o ecosistema, intentando por lo menos de imitar a nuestros antepasados que iban o a caballo o a pie (pues en esos tiempo no había ni bicicleta o avión, pero la bicicleta es lo que más se le parece).
¿Y qué hago yo perdiendo mi tiempo pensando en que tengo que tomar ahora un avión y recorrer en cuatro o cinco horas todos los kilómetros que me costó pedalear en un mes o dos?
El absurdo de la modernidad, pensar que podemos ganarle a la distancia y el tiempo.
Este día casi todos los participantes del tour salen hacia Buenos Aires en vuelos diferentes. Yo ocupo mi mañana escribiendo, anotando todo lo que me toca hacer después de terminado el tour. Pienso : una hora antes en el aeropuerto es suficiente, y conociendo a los argentinos, quizás el vuelo no salga puntual. Pero los participantes se van tempranísimo al aeropuerto pensando que tienen que estar tres horas antes. Es que tenemos bicicletas, muchas maletas que embarcar, dicen. Así que ellos se van a las nueve de la mañana a esperar el vuelo de la una de la tarde. Yo a las doce del mediodía recién salgo al aeropuerto, que es pequeño, y cuando llego los veo allí aburridos esperando, esperando.
Y el vuelo se retrasa media hora más.
Desde la sala de espera le toman una foto a un avión que está despegando, con algunos de nuestros compañeros allí adentro saliendo para Buenos Aires, en otro vuelo, el de Aerolíneas Argentinas. “Para dársela de recuerdo a los que van en ese avión”, me dicen y yo me río sarcásticamente.
Hasta hace un día tomábamos fotos de nuestros compañeros sentados sobre bicicletas, ahora en los aviones, en esas cápsulas de acero.
Ya cuando nos toca a nosotros despegar, aterrizamos en El calafate, luego Buenos Aires. Y por la ventana vemos el camino que hemos pedaleado. Y no lo creemos. It’s impossible, diría alguien por allí. Recontra impossible. Cuando lo imposible se hace posible. Y la l{inea negra de la ruta 40 se dibuja recta como en google maps, y veo una casita en medio de la pampa y recuerdo los días difíciles en Las Horquetas, Bajo Caracoles, Tapi Aike.
Ahora es tan fácil en el avión que prefiero hacerlo en la bicicleta.
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