martes, 30 de septiembre de 2008


Nunca imaginé volver aquí en tan corto tiempo. La ultima vez me fui con la espuma en la boca, desesperada por tocar nuevamente suelo peruano. La experiencia había sido tan mala que pensé sería la primera y la última vez.

Hoy vuelvo a estar aquí y es como si hubiese estado ayer. El arco que divide ambos países sigue allí separando los acentos, las costumbres y las creencias. El puesto de control policial tiene el mismo policía y el bus TourPerú pasa a diario aquí y allá con el mismo chofer. Las caras son las mismas pero la situación diferente. En Kasani, la frontera, cruzan la frontera más de doscientas personas a diario, el paisaje junto al Lago le otorga cierta paz, paz que rompe nuestros esquemas cuando intentamos pasar la frontera con uno de nuestros vehículos.


1

Hoy salimos bastante temprano desde Puno. El día anterior Rob y yo fuimos a Desaguadero a arreglar y completar los papeles de La Chevy. Qué lindas son nuestras autoridades peruanas, ellas tan trabajadoras como siempre, nos hicieron esperar más de veinticuatro horas para un papel de aduanas, un sello y un número en un libro tan gordo que es imposible leerlo.

-¿Y la firma del general de aduanas?
-Está almorzando, señorita.
-Pero nos dijo que firmaría en media hora.
-Está almorzando señorita.
-¿Hasta qué hora almuerza?
-Hasta las tres señorita.

Miro mi reloj, es la una de la tarde. Rob y yo sentados en la Chevy, encerrados en un garaje de aduanas (pues tienen que medir y comprobar que el auto ES el auto) del que no podemos salir sin la autorización y la firma del teniente que está almorzando. Mucho sol en el Altiplano; en la sombra, el frío. Desaguadero es un pueblo sin esperanza, como dice Rob, un mercado enorme que contrabandea productos bolivianos (y otras cosas).

-A ver señor, necesito que me dé una solución.
-Perdone señorita, no le queda otra que esperar al agente de aduanas.

Una hora, dos, el sol achicharra La Chevy. Mi nariz se vuelve roja, mis brazos morenos, uso lentes de sol. No puedo utilizar mi laptop porque no hay electricidad y la batería está vacía, tampoco hay tienda alrededor, el lugar de las aduanas está vacío.
Decido salir a caminar. Encuentro un taxi y trepo: lléveme a algún restaurante. Dejo atrás a Rob y me busco un Lomo saltado suculento y por supueto al agente de aduanas !!!
Son las tres de la tarde.

-¿El agente de aduanas?
-Lo voy a buscar señorita.

Una hora, dos... creo que sólo sé contar las horas, mil horas (como un perro) en esta frontera llena de ambulantes. Viejitas hablan en aymará, tipos empujan triciclos, mujeres cargan balones de gas... de todo se ve en esta frontera !

Rob llega al restaurante y me dice “ya están los papeles”. Pensamos “por fin” nos van a permitir sacar el carro y además regresar a Puno a recoger a toda la gente y llevarla a Copacabana Bolivia (por otra frontera).

Atención, que aquí viene lo mejor. Vamos con el papelito firmado por el agente de aduanas al guardia del lugar donde tenemos nuestro carro y plop, las cinco de la tarde, el sol se está escondiendo, empiezo a tener un poco de frío, el aire es helado: “Le falta un número, señorita”.

-¿Un número?
-Sí... la numeración en la aduana.
-Apúrese que en una hora cerramos
(y la canción nos fregamos porque tendríamos que quedarnos una noche más en este maldito pueblo).

Salgo del lugar donde tenemos el carro en cuarentena. Busco un taxi y no hay ! ¿Por qué cada vez que necesito un vehículo de esos que abundan en las ciudades y pueblos del Perú NO HAY?? Siempre me tocan la bocina, por poco no me agarran del brazo y me meten a la fuerza a su carro... pero a las cinco de la tarde entre el ichu altiplánico y la desesperación por salir del desagüe de Desaguadero, no hay (repito) un sólo taxista haciéndole el favor a esta señorita.

Rob busca la forma de llamar al agente de aduanas : “nos tiene que ayudar, estamos esperanza” en su español mascado.
El agente de aduanas le dice: “estoy mandando una señorita”.
Nosotros espera y espera... a qué hora vendrá la señorita... y qué más volver a correr para que nos pongan un numerito. ¿Por qué en este país los trámites no son iguales en todas partes? ¿Por qué ahora un númerito y mañana un papelito?
Llega la señorita y me dice: “no sé por qué no nos dieron el numerito”.
¿De cuál numerito está hablando la señorita, del numerito que está armando ahora con los papeles en la mano, buscando la manera de explicarme de mil formas por qué se equivocó el inspector y no el agente de aduanas?
Por poco no la empujo cual carro al taxi que ella trajo... miren ustedes ella si tiene chofer privado... y le digo: tráigame mi numerito de una vez que me quiero ir de aquí.
Rob, la señorita y yo vamos a la oficina de aduanas, otra vez, cargando el hambre y la impaciencia entre los brazos, viene un tipo rechoncho cara de kinkon otra vez, ¿por qué todos estos agentes se parecen? Parecen haber sido clonados en alguna parte, carajo. (la impaciencia ya es mía.

-¿Y usted de qué país viene? , pregunta el kinkon blanco (el de ecuador era negro).
-De Arequipa, digo con los intestinos en la mano, molesta muy molesta, cansada demasiado cansada.

Nos ponen el numerito, nos registran en el libro de notas de la frontera y vamos de nuevo donde el guardia del almacen donde está el carro. “Ahorita si está todo completo”, dice el guardia... pero cuando pone los sellos se acuerda de un detalle. “¿por qué no han hecho sellar el papelito?”. Ay madre... si nos dejan sacar el carro primero vamos a sellar el papelito, se lo prometemos señor.... hum... está bien. Nos abren las puertas y Rob y yo nos damos a la fuga, está oscureciendo en el Altiplano. Nos damos a la fuga en serio.... mañana arreglaremos eso del sello en el papelito. Estamos agotados, queremos dormir.


2

Frontera Kasani-Copacabana. Frontera Perú-Bolivia. Después de una noche en la carretera, llegamos Rob y yo a la frontera por donde vamos a pasar con los ciclistas, una frontra tranquila, sin ambulantes ni pestilencias, pero sí con agentes aduaneros. Nos preocupa el tema del sello en el papel del carro. Llegamos temprano para aliviar todo el peso de la jornada, para intentar pasar antes de los ciclistas y lo logramos !!

El agente de aduanas de esta frontera nos dice: “no hay problema por el sello”. Qué bien, salimos del Perú más rápido de lo que pensamos.

Ahora entrar a Bolivia.
La oficina está cerrada. Nosotros estampamos los pasaportes y esperamos a que abran la agencia de aduanas bolivianas. Nos sentamos en las gradas, tomando nuestra incakola, comiendo chichasara. Después de media hora un tipo bajo y moreno llega a las oficinas estampa varios papeles para otros carros que cruzan la frontra así de veloz, y nosotros.... nosotros.... otro día de espera.

-Estos papeles están bien pero no tienen la autorización del cónsul de Bolivia en el Perú, señores.
¿Cómo?
-Que les falta el sello y la firma del cónsul de Bolivia en el Perú.
¿Para?
-Manejar el carro.

Por poco no me sale la impaciencia frente al escritorio del señor. Pienso: “estos bolivianos antipáticos no nos quieren dejar pasar”.

-Tienen que regresar a Puno.
Pero es sábado, señor. Y ahorita viene un grupo de 18 ciclistas... no vamos a poder hacer nada sin este carro en Copacabana.
-Necesita la firma y el sello del cónsul.

Rob habla con su español mascado. Yo me voy a Perú a ver si los ciclistas llegan. La petrol ,el otro carro ya está haciendo los papeleos. Este carro no tiene problemas porque no es peruano y tiene un carné de passage que le permite cruzar todas las fronteras !! Poco a poco van llegando los ciclistas , sellando los pasaportes de salida del Perú... les digo a todos:
“por favor, no sellen sus pasaportes en Bolivia, la Chevy no tiene problemas”.
La caravana de ciclistas y La Petrol se detienen delante de la oficina de aduanas de Bolivia. El agente se pone nervioso.

-Señorita, otra opción es que usted vaya a desaguadero y salga por allí.

Le digo que es imposible ir a Puno o desaguadero puesto que el carro ya salió del Pe´ru y para volver tendría que hacer todos los papeles del día anterior de nuevo.
Los ciclistas se piden gaseosas, sacan sus carpas de La Chevy, están dispuestos a acampar delante de la oficina de aduanas de Bolivia, allí en un jardincito pequeño.
El tipo se pone más nervioso.

Después de media hora el tipo me llama a su despacho. Me dice: los dejaré pasar a Bolivia, pero con la condición de que el cónsul boliviano me envíe la firma y el papel y el sello antes del miércoles en la noche. Me da sus teléfonos, sus números de fax, sus correos electrónicos, todo para que nosotros pasemos. Nos da la autorización. Sale de la oficina, le pone candado a la misma, pues ya es las 5 de la tarde, y me pide:
-Me puede llevar a Copacabana, pues no tengo carro.

Terminamos trepando al agente en el carro y cerrando la agencia de aduanas. Qué historia. Esperando, esperando y esperando.

1 comentario:

Unknown dijo...

Paciencia mi Bella Su, asi es nuestra Latinoamerica. Te mando un besote, cuidate un monton. TQM

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