En el Altiplano todo parece espejismo. A un lado vemos un lago blanco, al otro lado miles de caminos. Y después horizonte, horizonte, horizonte.
Geert, uno de los ciclistas de mayor edad (63), tiene problemas con la orientación. No habla ni inglés ni español, y además siempre está en competencia. Es un gran deportista, siempre desafiando su físico, tiene una fuerza espiritual demasiado fuerte como para dejarse dominar por otras corrientes de opinión: hasta ahora no bajó de la bicicleta un sólo día a pesar de la diarrea, mal de altura o dolores de cabeza. Monta la bicicleta como fuego, y siempre desafía a un grupo de dos irlandeses y una francesa mucho más jóvenes que él.
Hoy Geert está primero. Vuela cual bala por los caminos del Altiplano. Llega al pueblo de Quillacas y sigue ruta hacia un cruce (o junction) equivocado, ¿por dónde ir? Se detiene para ver quién lo puede ayudar, pero para su mala suerte ve a los irlandeses y la francesa detrá suyo. Competencia, competencia, no se quiere dejar pasar, cree en su mal instinto–sin mapa- y sigue de frente... no mira más atrás, sigue embalado el camino en dirección recta y equivocada.
Nosotros, Didier y yo, estamos en el carro del refrigerio y por distraídos seguimos a Geert por la misma vía. Después de pasarlo llegamos a un pueblo que no aparece en nuestro mapa. ¿cómo se llama este pueblo? Ahora no lo recuerdo. ¿Y cómo llego a Salinas? Se equivocó de camino.
Didier y yo damos media vuelta y regresamos en busca del verdadero camino. Eso de andar por el altiplano es casi como en el desierto: miles de caminos sin letreros que digan claramente hacia dónde vamos ni desvíos !!
Didier y yo damos media vuelta y regresamos en busca del verdadero camino. Eso de andar por el altiplano es casi como en el desierto: miles de caminos sin letreros que digan claramente hacia dónde vamos ni desvíos !!
Al regresar nos cruzamos con el pobre Geert. Le tenemos que dar la mala noticia de que se equivocó de camino, y comprobamos que ningún ciclista está detrás suyo. “Nos desviamos diez kilómetros, Geert, ¿no quieres ir en la camioneta?”. El cabeza dura nos dice que no. Le explicamos que se equivocó al tomar el desvío y que tiene que volver y virar a la derecha.
Didier y yo continuamos ruta, tenemos que adelantar a todos los ciclistas para prepararles a tiempo el refrigerio. Tomamos una carretera en construcción (la vía correcta). Quién mandó a construir esta carretera, pienso, porque no hay ningún letrero que explique los desvíos. Aquí y allá hay tractores, trailers y aplanadoras trabajando día y noche con miles de caminos alternativos (y miles de guanacos sueltos pastando su ichu y su muña).
Didier y yo continuamos ruta, tenemos que adelantar a todos los ciclistas para prepararles a tiempo el refrigerio. Tomamos una carretera en construcción (la vía correcta). Quién mandó a construir esta carretera, pienso, porque no hay ningún letrero que explique los desvíos. Aquí y allá hay tractores, trailers y aplanadoras trabajando día y noche con miles de caminos alternativos (y miles de guanacos sueltos pastando su ichu y su muña).
Didier y yo estamos precoupados, no sabemos aún que tendremos un día peado. Sólo nos queda andar embalados. Aquí empieza el rally... misma carrera de autos pero compitiendo con las bicicletas.Tomamos un desvío por el lado derecho, luego trepamos a la carretera en construcción y debemos ir por un desvío al lado izquierdo. Tierra fina penetra en el auto, una nube de polvo inunda la cabina, nuestra respiración dificulta, lo mejor es abrir la ventana, no detenerse y llegar antes que el primer ciclista al lugar del refrigerio. A lo lejos vemos a los ciclistas, más allá hay un cerro pequeño en el que nos detenemos. Allí haremos el refrigerio. La Chevy (nuestro otro carro de apoyo) por casualidad también está allí con los huevos rotos y muchas cajas deshechas.
“El peor camino que nos ha tocado”, dice Kirsten.
“¡Y hemos perdido la llanta de repuesto!”, dice Ewald.
“¡Y hemos perdido la llanta de repuesto!”, dice Ewald.
Nosotros preparamos el almuerzo, recibimos a los ciclistas, pasa el tiempo y Didier se ofrece ir en busca de la llanta de repuesto de la Chevy. Nos preguntamos ¿qué es de Geert? Estamos preocupados.
Pasa una hora, dos... ni Didier ni Geert aparecen por alguna parte. Después de media hora escuchamos un carro. ¡Es Didier! Él nos cuenta la siguiente historia:
“Los trabajadores de la carretera escondieron nuestra llanta, me vieron a mí y me preguntaron: ¿es suya esa llanta? Queremos cien pesos a cambio de su devolución. Yo les dije: pero si es mi llanta, no tengo por qué pagarles 100 pesos por ella. ¿Cincuenta?, preguntaron. No, no, no. Y al final me pidieron: Diez y cuatro cervezas, ¿de acuerdo? Bueno, bueno...”
“Los trabajadores de la carretera escondieron nuestra llanta, me vieron a mí y me preguntaron: ¿es suya esa llanta? Queremos cien pesos a cambio de su devolución. Yo les dije: pero si es mi llanta, no tengo por qué pagarles 100 pesos por ella. ¿Cincuenta?, preguntaron. No, no, no. Y al final me pidieron: Diez y cuatro cervezas, ¿de acuerdo? Bueno, bueno...”
Didier tiene la llanta felizmente, pero Geert todavía aún no llega.
Didier: “Geert se equivocó nuevamente de camino, pero ya está viniendo para acá”..
Media hora después llega Geert. Llega completamente estresado.
“Tú me dijiste que el refrigerio estaba detrás de ese cerro pequeño... a medida que me acercaba veía al cerro volverse grande más grande y dudé... di media vuelta y fui en busca de ustedes por otro lado... y mira el tiempo y los kilómetros que me costaron”.
Tranquilo Geert, pronto llegaremos a nuestro destino, no olvides que el Altiplano es puro espejismo.
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