La Paz sin paz.
Vehículos tocando bocina, ambulantes vendiendo sus productos, peatones que tienen que esquivar a esos vehículos y a esos ambulantes. Un policía tocando el pito, haciendo la finta que controla el tráfico, una cola de combis que abarca toda una avenida, y las casas de ladrillo, sin acabados, a medio terminar poblando el valle... como una olla a punto de estallar con puntos naranjas apropiándose de los barrancos.
Yo en el mismo hotel de antaño, en la misma calle, las mismas caras en los restaurantes, en la recepción, en las tiendas de las esquinas, en las combis y las plazas, la misma sensación de extrañez, de conocer perfectamente las curvas, las rectas, los óvalos, las bibliotecas, los restaurantes. ¿Quieren que los lleve a un restaurante argentino en La Paz?, eso quieren mis gringos. ¿A divertirnos en un restaurante holandés comiendo gehaktballen y bitterballen? ¿o al pub irlandés?
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