martes, 29 de julio de 2008


Todavía recuerdo a Nina hablarme de Olmos. Nina es una amiga que estudió conmigo en la Universidad de Piura, que vivió conmigo un tiempo en la misma casa. Olmos es una ciudad-pueblo al norte de Lambayeque, un lugar en el que nunca estuve pero de la que mucho oí hablar. Ahora estoy aquí pasando la noche con Wilbert y Rob. Llegamos al atardecer.

Nina siempre me contaba una historia que ahora no recuerdo bien. Ella siempre relataba la historia del fenómeno de El Niño en el año 1983, cuando el cielo no cesó de llover sobre el desierto.

“el cielo se ponía rojo y nosotros ya sabíamos que iba a llover”, contaba Nina, el día se oscurecía y no paraba de llover. Las gotas de agua caían gruesas sobre Olmos y todas las ciudades de los alrededores. Las calles se convertían en canales de agua y las plazas en lagos. Musgo empezaba a crecer en las paredes de las casas. Los insectos a multiplicarse. Renacuajos se convertían en sapos. Mosquitos en zancudos.

Después de instalarnos en el hotel de una estrella del pueblo WIlbert, Rob y yo caminamos al centro de la ciudad. Vamos en busca de un restaurante que nunca encontramos. Por allí nos sentamos en una panadería a comer dulces y sandwiches. Los grillos saltan por doquier, hay una plaga. La ciudad es en realidad un pueblo con postes de luz que no alumbran, dizque para ahuyentar a los grillos.

En el niño del ’83 Nina tuvo una experiencia que nunca olvidará. El río de Olmos que normalmente es una acequia de agua se convirtió en un monstruo cargado de troncos que venían navegando desde las serranías. “Nosotros vivíamos asustados, pues el río ya quería desbordarse”, me contaba como si volviera a vivirlo.

Y el río se desbordó.

Nina vivía cerca a la ribera del río, pero ese día la ribera se convirtió en el mismo río, que pasó a ser una laguna sobre Olmos, a entrar con su corriente a los primeros pisos de las casas, a invadir los campos de fútbol, los colegios, la posta médica, la municipalidad. Nadie tenía opción a correr, sólo subir al techo de las casas para salvarse del desastre.

Pero Nina no estaba en su casa. Ella había ido al campo con su familia. Ella era una niña de seis años de edad. Lo único que hizo el padre fue decirle a sus hijos que suban al árbol que tenían al alcance. El padre trepó como pudo el tronco de un algarrobo. No sabe cómo consiguió subir a su esposa y sus hijos. Ellos pasaron el día y la noche agarrados a las ramas mientras el agua poblaba como una laguna el desierto de Olmos. Nunca habían visto tanta agua en su vida.

Ahora Nina ya no vive en Olmos, en Arequipa. Yo estoy en Olmos y la recuerdo mientras paseo por esta ciudad-pueblo y respiro el aire de mis años universitarios. Seguro mañana pasaremos por el grifo Beni y el árbol donde sobrevivió la familia Olazábal. Yo ya estaré con la mente puesta en otra historia y en los grillos que ahora invaden mi mochila.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡El Niño del '98! Todo Piura, que no queda lejos de Chulucanas, estaba hecho un desastre. Estábamos rodeados de insectos, sapos y malahierba. Me acuerdo que el techo de mi casa filtraba el agua de la lluvia. Tuvimos que forrarlo con metros y metros de plástico unidos con brea.

Espero que ninguna de esas lluvias los agarre, Susanita.

Por el momento a luchar contra los grillos.

Un besote,

Neto

Ernesto dijo...

Me acuerdo de esa epoca, todo el mundo hablaba de pobres los piuranos (al parecer lo fuerte fue ahi) .... "... dias de lluvia acabaron con todo", la sra. Violeta saliendo por todas partes, los Bonos de Reconstruccion.

Olmos tambien es el nombre de un proyecto de irrigacion muuuuchas veces postergado..

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