Caminito de tierra, trocha, cascajo, media vuelta hacia abajo, dos kilómetros de altura en descenso, entre pueblos de adobe y techos de calamina. Ellos sobre sus pedales sin tiempo para mirar a su alrededor. La etapa es dura, quizás una de las más largas. 132 kilómetros sin asfalto hacia la ciudad de Huánuco. Cees me pregunta: “qué piensas tú de estas trochas? Ellos disfrutan, pero los pobladores cuelgan sus maíces de los techos; pocos camiones pasan por allí, algunos policías resguardan las ‘vías’ de “los posibles bandoleros”... A Cees le respondo: con trocha los pueblos aún mantienen en cierto modo sus tradiciones, pero claro no tienen desarrollo. Si hubiese asfalto, si hubiese... Ahora pienso en el comercio que podría haber en la zona y el mejor acceso a otras regiones.
Esta noche la Chevy llegó después de las bicicletas. Estamos cansados, todos.
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