… Esta noche hace mucho-mucho frío.
Menos 14 grados. Yo en esta carpa congelada con la falta de oxígeno a 4.170 metros sobre el nivel del mar. ¿qué me trajo aquí? ¿cómo llegué?
La Chevy me trajo aquí, a medio kilómetro por hora. A medio camino desde Huaraz agarramos una trocha hacia el parque nacional Huascarán. Qué belleza de ruta, qué difícil para La Chevy. En una cuesta el pobre camioncito dio casi su último suspiro. Simplemente, le faltó oxígeno. Después de intentar trepar la cuesta tres veces conseguimos seguir el camino.
El parque nacional es una zona reservada. Los pobladores de la zona que son pocos le han puesto un candado a la verja de la entrada, allí donde se compran los boletos. Un caballero muy amable nos dice que no podemos pasar al parque. Yo le preguntó por qué caballero si el parque es para ir a visitarlo. Me cuenta un problema entre el Inrena (Instituto ded Recursos Naturales del Perú) y el poblado de Carpa. Si ven gringos allí, me dice el caballero, me van a hacer problemas.
La Chevy no tiene otra que estacionarse antes de la verja para acampar. A Rob no le gusta mucho la idea porque el plan era montar bicicleta hasta el bosque de Puyas de Raimondi. Lamentablemente el caballero no quiere dar vuelta atrás. Me dice: “Señorita, ¿qué le parece si a la noche les abro la verja y pasan como si nada?”.
Los ciclistas van llegando en el trayecto. Unos se perdieron buscando el camino y montaron más de cuarenta kilómetros por gusto. Todos llegan cansados. Nadie tiene la intención de pasar a la medianoche con las bicicletas y los carros hasta las puyas del Raimondi. “Este es un día pesado”, dice uno de los ciclistas, mejor nos quedamos a acampar aquí”, en esos 4,170 msnm.
No sé cómo lo convenzo, señores, pero creo que le caí simpática al caballero. Me dice el guardián del parque que “perfecto, mañana pueden pasar hasta las siete y cuarto de la mañana (7:15am)”. Nosotros los de Bike Dreams nos ponemos de acuerdo. Hay que despertarse temprano para salir antes de las 7:15 am hacia el bosque de Puyas y los pueblos que llevan hacia la ciudad de Huánuco.
Menos 14 grados. Yo en esta carpa congelada con la falta de oxígeno a 4.170 metros sobre el nivel del mar. ¿qué me trajo aquí? ¿cómo llegué?
La Chevy me trajo aquí, a medio kilómetro por hora. A medio camino desde Huaraz agarramos una trocha hacia el parque nacional Huascarán. Qué belleza de ruta, qué difícil para La Chevy. En una cuesta el pobre camioncito dio casi su último suspiro. Simplemente, le faltó oxígeno. Después de intentar trepar la cuesta tres veces conseguimos seguir el camino.
El parque nacional es una zona reservada. Los pobladores de la zona que son pocos le han puesto un candado a la verja de la entrada, allí donde se compran los boletos. Un caballero muy amable nos dice que no podemos pasar al parque. Yo le preguntó por qué caballero si el parque es para ir a visitarlo. Me cuenta un problema entre el Inrena (Instituto ded Recursos Naturales del Perú) y el poblado de Carpa. Si ven gringos allí, me dice el caballero, me van a hacer problemas.
La Chevy no tiene otra que estacionarse antes de la verja para acampar. A Rob no le gusta mucho la idea porque el plan era montar bicicleta hasta el bosque de Puyas de Raimondi. Lamentablemente el caballero no quiere dar vuelta atrás. Me dice: “Señorita, ¿qué le parece si a la noche les abro la verja y pasan como si nada?”.
Los ciclistas van llegando en el trayecto. Unos se perdieron buscando el camino y montaron más de cuarenta kilómetros por gusto. Todos llegan cansados. Nadie tiene la intención de pasar a la medianoche con las bicicletas y los carros hasta las puyas del Raimondi. “Este es un día pesado”, dice uno de los ciclistas, mejor nos quedamos a acampar aquí”, en esos 4,170 msnm.
No sé cómo lo convenzo, señores, pero creo que le caí simpática al caballero. Me dice el guardián del parque que “perfecto, mañana pueden pasar hasta las siete y cuarto de la mañana (7:15am)”. Nosotros los de Bike Dreams nos ponemos de acuerdo. Hay que despertarse temprano para salir antes de las 7:15 am hacia el bosque de Puyas y los pueblos que llevan hacia la ciudad de Huánuco.
La noche. Qué fría noche. Mi bolsa de dormir no es suficiente para abrigarme. Me pongo mi chaqueta, mis pantalones gruesos, la chalina, el chullo, los guantes y todavía me muero de frío. Me enrollo lo más que puedo en el eslípin. Siento el aire frío entrar por las costuras de la carpa. Duermo una hora o dos. Despierto. Más frío aún.
¿Qué puedo hacer con este frío que me congela? Se me ocurre salir de la carpa en busca de otra carpa; juntarme con alguien a dormir así bien pegaditos para soportar el frío.
No sé cómo pero salgo de la carpa y veo el cielo absolutamente estrellado, con la vía lactea guiñándome el ojo por todos lados. Hace igual de frío afuera que adentro, me doy cuenta, pienso que tengo que correr a alguna parte para cobijarme ¡!
Camino rápido. Toco la puerta de la carpa de uno de los jefes y le imploro por favor dormir allí. Felizmente puedo entrar a su carpa pero el hombre duerme con la ventana abierta y claro con un eslípin a prueba del frío: con plumas de ganso. Trato de dormir pero no puedo, mil pensamientos corren por mi cabeza. Escucho ronquidos venir de mi costado y de las otras carpas. Todos duermes excepto yo, pienso. Pero no importa, todavía puedo pensar en las estrellas y en los bellos paisajes que nos esperan. Después de una hora o dos me quedo seca apenas, bien acurrucada, con frío pero mejor que en mi carpa.
Al día siguiente salgo volando de la carpa del jefe para desarmar mis cosas y subirme al carro antes de las 7:15 de la mañana. Mis manos no reaccionan. Mis dedos están congelados. Recuerdo un invierno que pasé en un país extranjero y me congelé hasta las orejas. Algo parecido en el parque Huascarán, excepto por la falta de calefacción que en el país extranjero me salvó la vida.
De una u otra forma, salimos a las 7:15, nosotros completamente listos para cruzar la verja. Pero el caballero no quiere abrir el portón hacia el parque. Me dice, quiero una propinita. Rob viene con veinte soles en la mano y le los quiere dar y el caballero nos dice es poco. Saca la calculadora. Dice “ustedes son 18 personas, deberían de pagar 65 soles por persona como entrada al parque, es decir, algo de 1200 soles por todos, pero como yo soy buena gente sólo les pediré 100 soles”. Plop.
Nunca vi a Rob tan enojado. Discusión total frente a la verja (si esa es la palabra). Tengo que convencer de nuevo al tipo de que nos abra el portón. Cincuenta soles perdidos, no cien... no nos quedó de otra. Cruzamos el palo ese que hace de verja y directo volamos hacia el punto más alto. Vemos algunas bromelias (puyas) en el camino y muchos pájaros de diferentes colores y formas. También plantas y paisajes impresionantes.
Didier me dice allí a 4,800 msnm.: “Nunca he visto un paisaje tan espectacular”. La diferencia entre los Andes y el Himalaya es que en los Andes tienes la sensación de espacio, mucho espacio.
Los ciclistas pudieron sobrevivir la etapa hasta los 4,800 msnm sin ningún problema. La coca y los caramelos de limón ayudan perfecto, gracias al consejo de mamá Susana, la amante de los Andes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario